viernes, 18 de enero de 2013

VIVIR EN LA CLOACA y CREERNOS LOS REYES


Melitón Bruque García

Recuerdo que cuando tuvieron el debate los dos candidatos a la presidencia de los EE.UU y uno de ellos dijo que haría lo posible para evitar que el país cogiera la misma deriva que ha cogido España y llegue a donde  hemos llegado nosotros; en otro medio de comunicación actual: (Project Syndicate) , un ex alto directivo de la agencia de calificación Moody's: Christopher T. Mahoney asomaba por ahí diciendo que el gran problema de la UE era precisamente España por la deuda que tiene y que es impagable; compara la situación que vivimos a la que se dio al terminar la guerra civil, cuya deuda era impagable y se opusieron a pagarla, con lo que a España se la boicoteó.
Por otro lado tenemos a nuestros obispos dando un toque de alarma por la deriva secesionistas que el ambiente está cogiendo y, mientras tanto, los políticos peleándose y sin querer ponerse de acuerdo para dejarse de intereses partidistas y particulares y arrimar todos el hombro, para ver si nos ponemos todos de acuerdo y levantamos esto… ¡Pues no! ahora andan cabreados porque el pueblo los está calificando como una “casta”, pero no hacen lo más mínimo para que esa sensación que tenemos todos desparezca, al contrario, algunos siguen distrayendo la atención, como si el único problema que tuviera España y que impide vivir y trabajar en paz son los restos que quedan del franquismo: nombres de calles, monumentos… Espero que no se liquiden también los pantanos, como se están liquidando la seguridad social y otras cosas que pertenecen a Franco…
            En medio de todo este vendaval, en el que estamos viendo que todo se viene abajo, donde nos están poniendo ante el mundo como el ejemplo de lo que no se debe hacer, donde estamos viendo con tristeza y miedo cómo se ha destruido la red industrial, los polígonos industriales están cerrados al 50 o al 60%, los pequeños negocios ya no pueden respirar, pues los están asfixiando y se cierran a diario cientos de ellos y a las filas de Cáritas van asomando constantemente gente nueva que hace no mucho tiempo venían a traer ropa, juguetes, comida… hoy vienen a pedir para poder subsistir.
            En medio de todo esto, vemos que la gente se envalentona a “pegarle fuego” a la calle, a desestabilizar el ambiente más de lo que está, a exigir sin ofrecer alternativas, a protestar porque no nos siguen dando todo lo que hasta ahora nos daban para tenernos calladitos y dejarlos que hicieran lo que les diera la gana…
Ahora que se lo llevaron todo y ya no queda más que para los que están enganchados en la “teta” y que no están dispuestos a soltarla, pues la “casta” –como tanto les cabrea que se les llame- parece sagrada e intocable y sigue dando sus dosis de “droga” al pueblo para que se distraiga mientras se siguen llevando el dinero de los pobres y viven a todo tren envueltos en una corrupción vergonzosa...
Teniendo –como digo- el temporal que nos está arrasando, nos calientan los ánimos con los “clásicos” y las “Champions” y una dosis de Real Madrid contra  el Ajax con un buen resultado, nos hace olvidar todos los problemas, nos sube la moral y, como niños inconscientes e ilusos, nos creemos los más chulos del mundo.
Frente a esta realidad que estamos viviendo, yo no dejo de pensar y hacerme algunos planteamientos, pues en los años 50 y 60, cuando las cosas estaban mal, nos distraían con el Cordobés, Paco Camino, el “Viti”, con Urtain, con Carrasco… y nos quejábamos en voz baja, porque no se podía hacer a gritos, pero se ve que éste es el método para distraer al pueblo, pues lo utilizan todos: desde los dictadores hasta los ultra liberales y unos obligan a callar de una forma y otros lo hacen de otra, pero al final es la misma pendejada, la comedura de coco es exactamente la misma: cada uno sale a la calle a reclamar “SUS” derechos, pero le importa un bledo los del vecino y cada día en Madrid estamos viendo que aparecen varias manifestaciones distintas, cada una por su lado reivindicando cosas distintas.
Estoy pensando: si Carlos Marx viviera en nuestros días y viera cómo se mueve el engranaje, ¿seguiría diciendo que la religión “es el opio del pueblo” y se obstinaría en quitar todo lo que haga referencia a ella?  o ¿se atrevería a poner el dedo en la llaga y desenmascarar cuál es la verdadera droga que adormece al pueblo y arruina a la sociedad?
¿Se atrevería a decir que la lucha por la solidaridad, por la justicia, por el acercamiento y defensa de la vida, de los marginados, de los sin techo y sin tierra… es para él lo que aliena al pueblo?  ¿Aprobaría y permitiría los presupuestos desorbitados e inmorales que se manejan en ciertos ámbitos de la sociedad que tenemos montada y que nadie dice una palabra, pero se permite y se ve bien que una persona, al levantarse por la mañana, mientras se lava los dientes y la cara, gana más que cuatro familias en un mes?
Sencillamente, siento curiosidad por lo que pensaría Marx y saber qué calificativo le daría a todo esto, porque lo que piensa Jesús lo tengo bien claro: “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”: este es el mundo de las tinieblas donde la persona no cuenta para nada si no es para sacarle un voto que te permita seguir machacando a los demás.
Y ese “sistema de muerte” –como le llamó siempre Juan Pablo II-  ha logrado convertir en “normal” = (norma) lo que debería tener la calificación de “crimen” por el atentado que supone a la libertad y al bien común: dividir hasta convertir a la sociedad en parcelas independientes, destruir la capacidad de reflexión hasta el punto de convertir a la gente en una masa teledirigida; poner el dinero como objetivo absoluto y hacer que todo gire en torno a él, y conseguir que el que no funcione en este esquema sea considerado “políticamente incorrecto” con lo que se divide a la sociedad en dos grandes bloques: los “buenos” y los “malos” de forma que al que le toca estar en la cabeza, aunque haya sacado un solo voto más que el otro, la otra mitad de la población es una apestada.
  Puede ser que, por haber hecho alusión al mundo del futbol, alguien piense que estoy en contra del deporte, ¡Jamás se me ocurriría! Pero lo que no puedo tolerar y supera mis capacidades de aguante es ver –como estoy viendo- que el deporte no es más que un resorte político que se utiliza para dividir a la población y machacar a los pequeños, de la misma manera que se hace con la economía, con la educación y con otros aspectos.
¿Y os sienta mal que os tengamos como “casta”? Lo malo no es eso, lo peor es que os siento como una auténtica célula cancerígena que donde se acerca va matando todo lo que hay.
¿Qué no sois todos iguales? ¡¡Es posible!! Pero estoy esperando y conmigo, la gran mayoría del pueblo, de que alguien demuestre que no está en el saco, cuando lo encuentre y lo conozca lo votaré y pondré en él/a mi confianza

IGLESIA AUTÓNOMA




 

Melitón Bruque García

La liturgia de hoy nos presenta a S. Pablo que se plantea el tema de la economía de la comunidad y presenta su postura personal como solución al problema: se trata de una actitud solidaria en la que cuenta el bien del grupo antes que el suyo propio y, por tanto, no tiene problema en renunciar, incluso, a sus propios derechos.
            S. Pablo presenta a la comunidad su consagración: “siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles”. Su paga, por tanto, es hacer el anuncio y ganar para el evangelio cuantos más, mejor. El evangelio lo tiene que ofrecer de balde, porque es así como él lo ha recibido.
            Ahora bien, una persona que se ha puesto al servicio de otros, debe ser sustentada por éstos, si es que quieren que siga sirviendo, pero no es la predicación del evangelio lo que exige recompensa, sino su consagración a los destinatarios. El “Trabajo” del sacerdote, ¿es la celebración de los sacramentos y la predicación del evangelio por lo que  hay que pagarle?  ¡¡De ninguna manera!!. El dar el perdón, el presidir la celebración de la Eucaristía, el ser instrumento de comunicación de Jesucristo con su pueblo, el llevar el perdón y el consuelo a los enfermos, el recibir a un niño que nace en la familia cristiana, o bendecir la opción de dos jóvenes que deciden poner su amor como un signo del amor de Dios a su iglesia… eso, no solo no es trabajo, sino que es la paga y la gran alegría de la respuesta que se ha tenido a la invitación que Dios ha hecho a trabajar con Él en su reino.
            El TRABAJO del presbítero consiste en poner su vida al servicio de la comunidad, para todo aquello que en el campo de la fe, o de lo que él pueda, y que esté a su alcance, sepan todos que tienen a un servidor que consagró su vida para ser testigo del AMOR hecho servicio. Lógicamente, una comunidad cristiana que tiene a una persona consagrada para ella, ha de cuidarla, si es que quiere que pueda seguir realizando esa misión.
Esto da una luz extraordinaria a lo que hoy también se presenta con mucha frecuencia como un problema:
            Como persona, el sacerdote tiene derecho a vivir dignamente, como cualquier persona, además tiene obligación de hacer un servicio también digno, por tanto, si la comunidad a la que se consagra, le falta esta conciencia y considera a su presbítero como un parásito al que no quiere apoyar, y solo le exige un servicio gratis, pero no está dispuesta a sostenerlo, a este presbítero no le quedará más remedio que, dedicarse a buscar su sustento por otro lado, o dejar esa comunidad que no quiere aceptar el evangelio.
            Por lógica, quien no quiere colaborar en una empresa, es porque  siente que no la necesita, que no le interesa, ni se siente unido a ella y, por tanto, no quiere saber nada del tema.
            Hemos comenzado diciendo que  es un problema de suma actualidad y que, por más vueltas que damos y decimos, la mentalidad mercantilista nos invadió por completo y perdimos la grandeza de lo gratuito, que es siempre expresión del amor: estamos acostumbrados y, lo vemos que en justicia así debe ser, el que damos un dinero y nos sentimos con derecho a exigir lo que hemos pagado y, por eso, preguntamos “cuánto vale” una misa, un bautismo, un matrimonio… lo mismo que hacemos cuando compramos unos zapatos o cualquier otro producto y, mucha gente protesta cuando se le dice que le pregunte más bien a su corazón, para que le responda lo generoso que es.
            No queremos aceptar que el amor es gratuito y que cuando da, no espera sino la misma respuesta de amor. La ley, en cambio, se da para aquellos que no quieren amar y, por tanto, no son solidarios, no quieren colaborar, no se sienten familia, no se puede contar con ellos… en ese caso, hay que recordarles que el templo al que viene a pedir un servicio, tenemos que mantenerlo: la luz no nos la regalan, ni ninguna cosa que necesitamos, como puede ser la rotura de una teja o cualquier cosa de las que constantemente se están haciendo.
Hay que recordarle que tenemos que ser solidarios con los que no tienen, que tenemos que sostener al sacerdote y que necesitamos para reparar algún desperfecto… y si es que no quiere entender esto, entonces no queda más remedio que hacerle entender que si él no acepta la solidaridad y el compartir, entonces que pague el servicio que se le hace, ya que es el único lenguaje que entiende. Son para estas personas las tasas indicativas que se establecen, indicándole que, si es que puede, menos de esa cantidad no debería dar, pues si lo piensa despacio, verá que suele gastarse, y no pone reparo alguno, en cosas sin importancia, cantidades muy superiores a lo que la iglesia le pide: no ponemos reparo alguno en pagar por un reportaje de fotos 3.000 € o gastarnos un dineral en flores o en música… y no digamos ya en un banquete, donde se tira un montón de comida, y en cambio, para  colaborar con la iglesia andamos regateando y, si podemos, hasta nos despistamos y no dejamos un solo céntimo.
Realmente es muy triste que esto se tenga que hacer, pero volvemos otra vez a lo mismo: por estos, que luego, incluso salen criticando de que la iglesia les “cobró”, es lamentable que la comunidad cristiana tenga que aparecer con una imagen de “negocio” y haya que renunciar a la imagen de familia solidaria, en la que todos nos sentimos en comunión y hermanos, teniendo que dar la imagen de una oficina de servicios que han de pagarse.
            Tenemos un largo camino que recorrer en este sentido y no podemos esperar ni seguir estancados  en el error de unos cuantos; vivimos tiempos en donde hay que clarificar posturas, y esto se siente con carácter de urgencia: ya se están dando pasos desde hace bastantes años, en que se está pidiendo que la iglesia tiene que funcionar con total autonomía y no podemos esperar que nadie venga de fuera a “sacarnos las castañas del fuego”. Hoy recibe la iglesia lo que los cristianos destinan a ella en su declaración de la renta, suponiendo esto un 17%, el resto proviene de colectas, donativos, y fundaciones que los cristianos han hecho para la iglesia.
Cada día se ve con más claridad, que aquella comunidad que no se oriente en este camino de corresponsabilidad, se quedará sin presbítero y, tampoco podrá salir adelante, pues nadie le va a echar una mano, eso será un signo claro de la desaparición de la comunidad, porque murió la solidaridad y la fraternidad en ella.
            Desgraciadamente, venimos arrastrando una mentalidad medieval que no logramos limpiar y seguimos pensando que la iglesia es el cura, el obispo, el papa y que cada cristiano le hace un favor al cura cuando va a la iglesia.
Seguimos pensando que la iglesia es poderosa y riquísima, con capacidad de competir con el mismo gobierno, en cuestión de poder y de finanzas, por tanto, ella debe salir al frente de cualquier problema que tenga, pues tiene capacidad para hacerlo. De hecho seguimos sacando en las conversaciones, las obras de arte del Vaticano, el anillo de oro del papa… y ahí seguimos estancados, sin querer aceptar que la iglesia es nuestra familia, la que nos rodea a diario, esa comunidad de mi barrio con la que me reúno, que sufre, que se encuentra en el paro, que están enfermos, que no tienen para salir adelante… y yo, que me siento cristiano, no puedo dejar a mi hermano en la cuneta, y me reúno con él para pedirle a Dios que nos eche una mano y, de paso, le digo que cuente con la mía.
Y esa vida que compartimos, nos reunimos para celebrarla con la EUCARISTÍA y con todos los sacramentos y, afianzamos así los lazos de unión, para sentir que somos hermanos y que Dios vive con nosotros, animándonos en esa lucha diaria.
            El discurso de la inquisición, de las cruzadas, de los viajes del papa… es algo que está ya tan explotado y trasnochado, que ya suena a excusa descarada, para sacar el hombro y no apoyar, sino por el contrario, hacer lo mismo que se critica, pues normalmente ese discurso es sostenido por aquellos que jamás han dado un céntimo a la iglesia y tampoco piensan darlo. Es como aquel que se pone a criticar todo lo que se hace en la iglesia, cuando jamás ha puesto los pies en ella ni se ha implicado en nada..