miércoles, 13 de marzo de 2013

ANTES DE QUE LLEGUES...


 
                Hace unos días le dije adiós a Benedicto XVI dándole las gracias, desde lo más hondo de mi corazón, por el servicio que le ha prestado a la iglesia, por la valentía y el coraje con los que ha enfrentado los ataques y los retos que  hoy se le vienen presentando a la iglesia.
            No, no es ninguna “perita en dulce” lo que le espera al que le suceda y, yo tengo muy claro que, lo único que tengo que hacer, es pedirle al Espíritu Santo que ilumine y fortalezca al que tenga que ser instrumento y signo de unidad de la iglesia.
            En estos días, se disparan todas las mentes calenturientas y, cada uno sale diciendo en lo que la iglesia debe cambiar y, por tanto, poniendo su candidato y diciendo quién es el que debería salir nombrado Papa.
            Otro se están poniendo la venda antes que reciban la pedrada o, se andan  enfundando las escafandras en contra de los posibles candidatos… Alguien me decía: “Pídale a Dios que no salga (…)
No creo que esta deba ser la postura que debemos tener los cristianos, por aquí no vamos a ningún sitio, a no ser entrar en el juego del ventilador que tienen enchufado.
            Hay una cosa segura: salga el que salga elegido, lo van a crucificar, pues haga lo que haga, va a estar siempre en el punto de mira de todos los detractores, los enemigos y los incondicionales seguidores de la causa de Jesús.
            Es curioso ver cómo la gente acosa, para que entres al trapo y te definas, apretando para que sueltes prenda y, hasta te  hacen decir lo que no has dicho y, por los gestos que hagas, rápidamente te cuelgan la etiqueta de ser de “izquierdas” o de “derechas”.
            ¡¡Lo siento!!  ¡…!
            Me duele que hayamos  llegado a tal grado de inconsciencia, que no seamos capaces de pensar, si no es bajo el signo de una etiqueta.
            ¡¡Estoy harto de izquierdas y de derechas, de arriba y de abajo!!
            Me fastidia que este momento tan importante haya tenido que llegar justamente en la situación en la que vivimos y se sienta mezclado con Bárcenas, Blanco, Rajoy y Rubalcaba… sacramentos todos de podredumbre; de tal manera que  los etiquetados y etiqueteros, se vayan de un lado a otro desparramando porquería por todas partes y mezclando las churras con las merinas.
            ¡Pues no! No entro en el juego, porque no me da la gana.
            No apuesto en vuestras quinielas que van aireando los distintos servidores de los diferentes intereses.
            ¡No voy a entrar en vuestro juego!
            Es cierto que no me gustan un montón de cosas que son accidentales y secundarias y, por eso, no hago más que preguntarme: ¿Qué pensará Jesús de todo esto? Yo  estoy seguro que no le queda más remedio que aguantarse, ya que los humanos no sabemos hacer las cosas de otra manera.
            Yo creo firmemente en aquello que nos dijo: “Tú eres Pedro y, sobre esta piedra, edificaré mi iglesia y los poderes del mal no podrán contra ella” (Mt. 16,18) por más que nosotros estemos “embarrados”
            Yo creo en el “sacramento de unidad que es el “Papa”; quien lo sustenta es lo de menos, de la misma manera que creo en la Eucaristía aunque el sacerdote que la presida me guste más o menos, porque sea un reflejo de Cristo más o menos claro, pues la iglesia no es el papa, ni los cardenales, vestidos de rojo, ni los obispos con sus mitras, ni los curas con sus ropajes, ni las monjas con los suyos,  ni los sacristanes, ni los monaguillos, ni los catequistas, ni los ministros extraordinarios de la Eucaristía ni el mecánico Pepe o Paco que tienen el taller en frente de mi casa, o el agricultor o el carpintero  que son mis vecinos… La iglesia somos todos juntos, cumpliendo cada uno con nuestra misión y, todos juntos, al mirar al Papa nos sentimos identificados en la misma fe en Jesucristo y unidos  en él a su misma causa, la  del Reino.
            Tengo muy claro que, salga quien salga, lo sentiré como el sacramento que me une en la fe a Jesucristo con todos los cristianos de la tierra; lo respetaré y lo amaré porque amo a Jesucristo y a la iglesia, porque es el cuerpo del que me siento miembro y, despreciarlo sería despreciarme a mí mismo.
            La postura de un cristiano frente al papa no puede ser la del que rinde culto a una persona (x) que asume el signo de unidad de la iglesia. No es el signo lo que amamos, sino lo que representa. El Papa no es objeto de veneración, sino la iglesia y en ella adoramos a Jesucristo, a Dios Padre y al Espíritu Santo que le da vida.
            Por eso, seas quien seas, llegues cuando llegues, mi casa estará abierta, serás bienvenido, acogido, respetado, querido y apoyado incondicionalmente, porque en ti queda reflejada la iglesia que yo amo y con la que me siento identificado.
            Tengo muy claro que mi postura ha de ser apoyarte y quererte y pedirle todos los días al Señor que te dé su Espíritu para que no te tiemble el pulso, le pierdas el miedo a los enemigos, te llene de su Espíritu de fortaleza, de sabiduría, de entendimiento y de apertura para que seas el fiel reflejo de Jesús, Pastor, Maestro y Guía que lleve a los hombres de este mundo la luz de la VERDAD, de la JUSTICIA y de la PAZ

 

viernes, 8 de marzo de 2013

"EL DIOS DE JESÚS"


 
El pasaje del evangelio de Lucas (15,1-3. 11,32)  que nos presenta la liturgia de este domingo 4º de cuaresma, nos ofrece un abanico inmenso de posibilidades para detenernos y hacer una reflexión profunda sobre algo que fue el gran regalo que Cristo nos dejó y que, con frecuencia, seguimos deteriorándolo.
 Frente a la imagen ridícula, grotesca y espantosa que tiene el pueblo de Dios, Jesús se rebela y no puede soportar que vivan sufriendo y alejados, mientras que Dios sufre también al verse rechazado por quienes son fruto de su amor y andan equivocados.
Jesús arremete contra la idea que existe de un dios terrible, inasequible, distante, irascible, sediento de venganza… y se atreve a presentar una imagen completamente distinta y, hasta ofensiva, para la mentalidad que impera.
Pero esto que está en la base del mensaje de Jesús: cambiar la imagen de Dios, pues en esa imagen de terror, como base, estaba establecido todo el sistema, por eso, cuando Jesús llegó diciendo que su Padre era un “Abba” e invitaba a la gente a sentirlo y tratarlo de la misma manera, lo interpretaron como un verdadero atentado a las bases del sistema, como una blasfemia y una falta de respeto tremenda a la imagen de Dios. Esto le costó la vida, pues lo consideraron un blasfemo.
Lo triste de la cuestión es que esa imagen  sigue arraigada hasta el punto que todavía siguen dominando imágenes de un Dios distante, olvidadizo, que cada vez que se fija en nosotros es para fastidiarnos con enfermedades, tragedias… como si disfrutara haciéndonos sufrir.
Es muy importante tener bien clara la imagen del Dios en quien creemos, pero lo es más importante aún, tener clara la imagen del Dios Padre que nos dejó Jesús, porque nosotros es posible que hayamos construido nuestra imagen del dios que nos ha interesado, de acuerdo a nuestras conveniencias y que no tenga que ver nada con el que nos reveló Jesús y, en ese caso, estaríamos hablando de dos dioses distintos.
De lo que Jesús nos habla, no es de una idea, de una teoría teológica o de algo mitológico, sino de una realidad que llena y da sentido a su vida y hace que Él viva, actúe y sienta de una manera determinada; es algo que es fundamento de su vida y esto hace que Él no pueda ser de otra manera: “Yo soy así porque mi Padre es así”, lo que Jesús cuenta es lo que vive y eso no se puede negar, es el testimonio de su propia existencia, ahí no caben interpretaciones: ese es su Padre Dios, el único y verdadero Dios, y fuera de Él no hay otro, todo lo demás son imágenes falsas, ridículas, estúpidas, que una persona no puede ni debe aceptar.
Frente a esta experiencia de vida, se encuentra con la imagen que sostiene el sistema religioso de Israel y que, justifica que se desprecie al ser humano en nombre de Dios y, Jesús siente esto como una ofensa a su Padre. Esto es intolerable y se lanza contra todos aquellos que lo mantienen: escribas y fariseos, que lo están acosando por exponer su experiencia de vida.
Es importante –como digo- que aclaremos nuestra imagen de Dios que puede estar determinada por nuestros intereses, o por los de una institución, o puede estar determinada por lo que nos muestra Jesús.
Si funciona de acuerdo a nuestros intereses, es fácil que nos convirtamos en el hermano “bueno” de la parábola y por eso nos permitimos el lujo de condenar, rechazar a los que no entran dentro del esquema de nuestras normas que, probablemente, no han sido contrastadas con las de Dios y, en ese caso, obligamos a que Dios se ponga de nuestra parte y bendiga lo que nosotros hemos montado –es el caso de los fariseos y todos los grupos religiosos de Israel-
Jesús no hace sino recrear en la vida la actitud del Padre que busca a sus hijos, y va detrás de aquellos que se equivocaron en la vida y andan buscando la felicidad que no van a encontrar jamás y, Él les va saliendo al encuentro en cada rincón del camino. Jesús mismo se convierte en “parábola”, en signo vivo de Dios Padre… es que no puede ser de otra manera.
Pero cuando esto lo trasplantamos a nosotros, cosa que Él pidió que hagamos, no nos queda más remedio que mirarlo y ver qué es lo que hacemos:
¿Qué Dios es el que presentamos?
¿Qué familia o iglesia es la que sostenemos?
¿Qué fraternidad es la que mantenemos?
La verdad es que, mirando despacio, podemos observar que han cambiado poco las cosas; lo que Jesús dijo, presentó, testimonió con su vida, sus hechos, sus palabras… sigue sonando a blasfemia y Dios sigue estando tan distante en nuestras mentes, como lo estuvo en las de todos aquellos judíos que lo acosaban.
Como botón de muestra podemos pensar en nuestra Eucaristía: a ella están llamados todos los excluidos de la mesa de la vida, por la situación vital que atraviesan: por su pobreza, por su sexo, por su condición humana, por sus problemas… y es triste ver cómo todos estos se sienten apartados, porque se les aparta, aunque digamos lo contrario; de hecho… ¿Cuántos de éstos vemos en nuestra Eucaristía de cada domingo?