miércoles, 29 de mayo de 2013

EL CONSECUENCIALISMO


DERECHO Y OBLIGACIÓN 

Estos tiempos estamos viendo cómo se responde ante algo que hasta ahora se ha entendido y ha sido admitido como algo natural y evidente que aquel ser que ha sido engendrado en el útero de una mujer es una persona desde su primer momento de concepción, lo mismo que es un perro aquel ser que ha sido concebido en el útero de una perra…

Sin embargo, esto que aparece tan claro y evidente, ha comenzado a ponerse en duda, sobre todo lo referente a la persona y, a pesar de haberse levantado un clamor popular  por parte de un gran sector de la población, que entiende como un atentado a la vida humana la aprobación de leyes que favorecen el aborto, pues considera que el ser engendrado en el útero de una mujer, desde el primer instante de su concepción, comienza una vida humana que se va desarrollando y que tiene su individualidad propia, sujeto de todos los derechos de cualquier persona.

Este clamor de un enorme sector de la sociedad se ha ignorado y se le está dando voz y relevancia a otra corriente que opina en la dirección de Max Weber con su teoría del consecuencialismo; según él, toda acción humana, su moralidad depende  de la decisión que toma responsablemente una persona, atendiendo a su conciencia. Claro está, parte de que toda persona tiene una conciencia bien formada.

Partiendo de ahí, y con independencia del fin de la decisión, es decir: del contenido del acto, una obra es buena.

Con lo cual, declara que no hay normas morales de índole universal que obliguen absolutamente, por lo que –señala F. Inciarte: "si de matar a un inocente se siguen bienes proporcionalmente mejores, o con ello se evitan males proporcionalmente peores, entonces la acción no es que quede justificada, sino que no necesita  ni siquiera justificación” –Según él, estas acciones son moralmente indiferentes, por lo tanto, en esta teoría del “consecuencialismo”, no cabe el conflicto de deberes, de forma que una persona, cuando actúa en conciencia y de acuerdo a sus principios y a sus intereses, no atenta contra la moral, con lo que se puede concluir que toda acción humana es intrínsecamente buena, si es que responde a sus intereses personales.

         Según los expertos, esta tendencia surge como respuesta al fundamentalismo que se impone por encima de la misma realidad vital, que a veces es dramática, a la que aplica la ley sin más, sin atender la situación por la que se atraviesa. 

VIDA-MUERTE 

En este marco  encuadramos el aborto, la eutanasia, la contracepción, la fecundación in vitro… y entonces solemos caer en la misma actitud de la que se quieren defender.

Recuerdo un caso de una chica: ella sostenía que para el amor no deben existir fronteras de razas, culturas, condiciones sociales etc. En principio, todo perfecto hasta que se sintió muy interesante saliendo con frecuencia con un  joven africano y disfrutaba sintiéndose diferente y liberada.

También discutimos muchas veces y no había cómo bajarla de su teoría, de que no tiene por qué estar ligado el amor y el disfrute del sexo con la concepción; para ella el cuerpo no era más que un instrumento de placer… hasta que  un día se quedó embarazada; ahí cambió todo: la idea de tener un hijo mulato le aterrorizaba, pues decía que su hijo se podía sentir extraño a los demás; el sentirse amarrada a un hombre para toda su vida de una raza y una cultura diferente no lo podía ni imaginar; tener que plantear esto en su casa era un drama que no estaba dispuesta a afrontar; sus estudios y sus proyectos de mujer se venían abajo y eso, no estaba dispuesta a dejarlo por nada; ella no tenía un porvenir claro, como para enfrentarse al sostenimiento de un hijo; no se sentía preparada para ser madre… tenía mil razones para abortar.

Le planteé la respuesta en positivo a todas las objeciones que ponía: precisamente el hijo mulato era el signo más claro y evidente de su liberación de moldes racistas, xenófobos; La idea de hacer un proyecto estable en la vida, al que se pudiera ajustar  y le diera sentido a todo lo que hacía la rechazaba, porque decía que no estaba dispuesta a renunciar a su libertad, que no era más que un vivir sin responsabilidad de nada, sino vivir al día.

Por último le dije que  se trataba de una opción clara y determinante: apostar por la vida o por la muerte, convertirse en instrumento de vida o de muerte. Le argumenté con el hecho de la experiencia  universal del síndrome post-aborto, de lo que estaría reprochándose toda su vida… y ella, pero más aún su familia, que no querían cargar con el resultado de la decisión de la hija, decidieron asesinar al feto.

Según Max Weber una decisión tomada así, habiendo visto todos los pros y los contras, no es ni buena ni mala y, por tanto, si te evita un montón de problemas, es moralmente buena, sin importar lo que se haya hecho, lo único que importa es el resultado final, que vaya en el beneficio que yo busco.

En esta onda va toda la tendencia actual  de la ideología de género, con la que se pretende liberar a la mujer con la famosa teoría de las tres “K” alemana:
         "die Kirche" (la iglesia)

         "die Küche"(la cocina),

         "die Kinder" (los niños). 

NUDO DE CONTRADICCIONES 

         Es mucho el tiempo que se lleva trabajando en este terreno, intentando que la mujer sea “ella misma”, sin embargo, cada vez están constatando el fracaso de esta dirección, pues precisamente se ha convertido en un verdadero ataque a la esencia de la mujer, salvo en casos en los que se ha producido en la mujer una manipulación tal que ha resultado un auténtico lavado de cerebro que le impide ver la realidad en la que vive, como está ocurriendo, desgraciadamente, en muchos ambientes de la sociedad occidental, donde se han invertido por completo los valores "libertad", "progreso", "modernidad", "autonomía", "autenticidad", etc., hasta el punto de llegar  a establecer la destrucción industrializada de la vida humana y hacer de esto un negocio; estamos asistiendo al espectáculo de ver cómo se establecen y se aplauden las contradicciones, como es el que se castigue y se persiga  a la madre que abandona en la calle a un niño de pocos días o lo deje solo durante una hora encerrado en una habitación, mientras va al mercado, y, en cambio, se favorece y se le apoya para que lo mate cuando lo lleva en su vientre, sin otra razón que el evitar molestias o, simplemente porque no lo quiere, pues no lo tenía programado.

Los legisladores regulan el aborto para que no nazcan niños, pero también hacen leyes para que puedan nacer artificialmente (niños probetas); se reconocen los derechos de las prostitutas y de los homosexuales, pero no los de los padres a educar a sus hijos en los centros que prefieran.

Se castiga con cárcel y multas espectaculares a quien mate a un pájaro o a un lince y, en cambio, no se quieren poner leyes que protejan a la mujer que quiere traer su hijo al mundo.

Se ha optado en la sociedad occidental por el  positivismo sociológico, que ha establecido una mentalidad que sostiene que el valor de las cosas, no es otro que la valoración que de ellas hacen mayoritariamente las gentes, en cada situación socio-histórica; es decir: la verdad no existe, sino que se consensua y, si una mayoría acepta una cosa como verdadera o válida, eso no tiene vuelta de hoja; es decir, si un grupo se pone de acuerdo y determina que los niños que no nacen con una medida determinada no son personas y, por tanto, hay que eliminarlos, se establece y eso está bien. No existen valores absolutos

En ese contexto, la vida humana no es un valor absoluto, sino relativo, que podrá cambiar, de acuerdo a quienes lo consensuen, por tanto,  sería un valor  cambiante, una cuestión de cada época: hoy puede ser bueno, mañana malo. Si una mujer "decide" que la vida de su hijo es valiosa para ella, para su propia realización personal, bien. Pero si no lo considera así, se lo quita de en medio y punto.

 Incluso, si no puede tener hijos, o no acepta al hombre, hoy la tecnología le permite implantarse unos espermatozoides y tener su hijo, sin necesidad del hombre, con lo que ella tiene cumplidas sus expectativas de madre y de mujer.

Lógicamente, en ningún momento se está tomando en cuenta la PERSONA que es el hijo, eso no cuenta para nada, de la misma manera que no cuenta para nada cuando nos compramos la mascota que nos gusta.

El problema de todo esto es que, si sostenemos esta teoría, eso mismo que yo asumo y acepto para mí, tengo que aceptarlo para los demás y, el conflicto se da el momento en que yo formo parte del proyecto del otro, que no ha contado  conmigo para nada, porque puede ocurrir, que los intereses del otro sean quitarme a mí de en medio y entonces… ¿Cómo resolvemos el problema?

CONFLICTO ENTRE GENERACIONES


 

Se cuenta que el  profesor  Ronald Gibson comenzó una célebre conferencia sobre el conflicto generacional y lo hizo citando unas frases de grandes personajes de la historia, tal como ocurre con frecuencia cuando alguien quiere afianzar su exposición con testimonios  de autoridad en la materia y comenzó con estas afirmaciones: 

-“Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy, son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando entra una persona anciana. No respetan  la autoridad. Responden a sus padres y son, simplemente malos.”  

-“Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.”  

-“Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo ya no puede estar muy lejos”  

-“Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Jamás serán como la juventud de antes. La juventud actual no será capaz de mantener nuestra cultura”  

            Después de leer estas frases y contemplar la expresión de la gente, se le ocurrió hacer  un pequeño sondeo entre el público asistente, para que dijeran quién creían que podría haber dicho estas afirmaciones. Cada uno  fue diciendo a quién le atribuía la autoría y al final, cuando todos quedaron en silencio, fue nombrando el autor de cada una de las frases:

La 1ª la pronunció  (Sócrates 470-399 a.C.)

La 2ª la pronunció (Hesiodo 720 a.C.)

La 3ª la pronunció (un sacerdote del año 2000 a.C.)

La 4ª la encontraron escrita  en una vasija de arcilla en las ruinas de Babilonia, la actual Bagdad con más de 4000 años de existencia 

Ante el estupor de la audiencia, el conferenciante concluyó diciendo: “Relájense, señores, que el problema ya ven que ha sido siempre el mismo”. 

Es cierto que, para muchos padres y educadores, estas afirmaciones les traen un poco de consuelo, pero no deja de ser la receta del “mal de muchos, consuelo de tontos”, porque la verdad es que, los mejores años de la vida, donde hay más posibilidad de aumentar la riqueza de la persona, donde se han de afianzar los valores que han de servir de fuerza para todo el trayecto de la existencia, se convierten en el mayor vacío y descontrol, quedando ese espacio vacío para siempre.

Yo recuerdo con frecuencia la frase con la que me animaba un indígena de los Andes cuando en una reunión tratábamos el tema de los jóvenes que despreciaban la cultura de sus mayores, me decía: “Padrecito, lo que ocurre siempre es que la vaca, nunca se acuerda de que antes fue ternera” y, puede ser esa también una de las causas de que no logremos entendernos:  miramos y juzgamos desde la madurez, desde la experiencia, desde los prejuicios… incluso desde los intereses consolidados y, lógicamente, nos estrellamos, pues  “la ternera” nunca va a entender que todo eso que se le dice sea posible ni real. Después, a medida que se lo va encontrando, va recordando  y arrepintiéndose de la oportunidad que despreció.

Esto no quiere decir, de ninguna manera, que haya que dejarlos que se rompan la cabeza contra el sinsentido y la estupidez, porque eso resulta a la postre y, por eso nos hace sufrir tanto, pues nos damos cuenta, cuando ya no hay remedio, que es el mejor tiempo de la vida y lo desperdiciamos  de la manera más estúpida. Tal vez, por eso, aquellos indígenas, a esa edad la llaman “La edad del burro” como aquí la llamamos “La Edad del pavo”, porque  de una u otra forma, así suele el ser humano tomarse la vida.