martes, 29 de octubre de 2013

TODOS LOS SANTOS -13-



“bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos  porque vuestra recompensa será grande en el cielo, pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”  (Mt. 5,11-13)


VIVIMOS CONFUNDIDOS

Cuando leemos  esta última afirmación que hace Jesús en su discurso programático, nos da la sensación de que, o Jesús está loco, o este mundo está desquiciado o mal programado, pues funciona completamente al revés:
            -Cuando a una persona se la critica, se la cuestiona, se le hace el cerco, automáticamente decimos que está fracasada, que  ha perdido el tiempo y que no merece la pena escucharla.
            A nuestros jóvenes los preparamos para que triunfen, para que sobresalgan por encima de los demás, ganen un buen sueldo, obtengan los mejores puestos y consigan los mejores premios… Y cuando una persona no llega a los mínimos en este sentido, se le cataloga como un fracasado, un pobre hombre o mujer que no ha sido capaz de llegar a ningún sitio en la vida.
            Es decir: este mundo está programado para el éxito, para el triunfo, para vivir a lo grande, para disfrutar y poseer todos los medios para triunfar.
            Incluso a la hora de catalogar a alguien como “bienaventurado” o “feliz”, lo último que se nos ocurriría es afirmar lo que afirmó Jesús, pues para nosotros “FELIZ” es aquel que responde a los esquemas que tiene establecidos la sociedad en donde vivimos: “Tanto tienes, tanto vales”, por tanto, “Feliz” es aquel que tiene una buena cuenta en el banco, con la que pueda responder a cualquier proyecto que se plantee. Esto es lo que le hace sentirse seguro ante los demás y con lo que saca pecho…
            Pero es curioso que la práctica no resulta esto que se sostiene y lo que nos muestra no es esa felicidad, sino más bien todo lo contrario, pues todo el que vive pendiente de este camino de ascensos económicos, vive angustiado, pues no goza de sus triunfos como persona, de sus pequeños detalles personales… todo lo pone en referencia a la consecución de los objetivos impuestos por el sistema; es un esclavo de esos objetivos. Jamás goza con aquello que “ES”, pues no sabe valorarse a sí mismo  y gozar por lo que es; es muy común encontrarse a estas personas que lo tienen todo, pero nunca están satisfechos y rezuman agresividad y resentimiento en contra del mundo que les rodea.
            El mundo en el que vivimos nos ha abocado a conseguirlo todo compitiendo y lo más triste es que nos aboca a una competición de papeles; la persona pinta muy poco: eres más grande cuantos más papeles presentas que certifiquen que eres más que los demás competidores. Pero en la grandeza de la persona nadie se fija, pasa desapercibida… y te quedas en la cuneta siendo excelente, y te amargas y te acomplejas porque el otro presentó un papel más que tú, porque tuvo dinero o un enchufe para conseguirlo… Y llenamos nuestra habitación con títulos colgados, que muestran nuestra grandeza y, con frecuencia nos encontramos a gente que ya no le caben los títulos en la pared y, en cambio no hay cómo dirigirles la palabra, pues su tono despectivo y prepotente aleja a todo el que se les acerca.
            Y cuando los encuentras en la vida, se los ve cargados de tristeza e insatisfacción, pues la envidia los corroe, ya que ven que otros, con menos títulos, triunfan y esto les impide gozar con lo que tienen, pues no pueden tolerar que alguien esté por encima de ellos. Viven siempre pendientes de los éxitos de los demás y no son capaces de reconocer la grandeza del otro, por eso no harán sino buscar el aspecto negativo para engrandecerlo y criticarlo, pues no pueden disfrutar con la alegría de los demás.
            El mundo ya tiene establecidos unos cánones de felicidad y de grandeza, si no encajas con ellos no tienes nada qué decir, no pintas para nada ni para nadie, tu voz, tus ideas, tu persona, tu trabajo… es algo sin importancia que no merece la pena ni mirarlo.
            Y lo triste es que nos lo llegamos a creer y, somos nosotros mismos los que despreciamos, minusvaloramos y le quitamos todo el valor a todo lo nuestro y convertimos nuestra vida en una lucha por acomodarnos a lo establecido, con lo que terminamos por ser nosotros mismos los peores enemigos de nosotros mismos, convirtiéndonos en seres gregarios que entran por el montón, creyéndose que no sirven porque no alcanzan a dar las medidas del “casting” que se ha impuesto; en cambio, se sienten triunfantes cuando se les aprueba porque han dado la talla de lo establecido.
            Lógicamente, cuando oímos a Jesús decirnos esto, nos quedamos completamente fuera de juego, pues Él viene a decir absolutamente todo lo contrario: la fuerza está en nosotros mismos; somos originales, somos únicos e irrepetibles, cada uno tenemos unos valores, capaces de cambiar el mundo y fascinar la creación entera.

            Frente al planteamiento de Jesús y el planteamiento del mundo, yo no puedo evitar hacerme la siguiente pregunta: ¿qué ocurriría si cada uno de nosotros pensáramos en toda la grandeza y la belleza  con la que Dios nos ha adornado y nos decidiéramos a ponerla en práctica, con un objetivo común: HACER UN MUNDO MEJOR?

miércoles, 9 de octubre de 2013

PRIMERO TU PAREJA M. Bruque

Asistía a un curso sobre relaciones interpersonales y en una de las charlas se tocaba el tema de las relaciones de la pareja y los posibles `problemas que podrían presentársele para que los tuviéramos en cuenta y no cayeran  los que estaban casados en el hueco del que se hace difícil la salida. Utilizaron una dinámica  sencillísima pero tremendamente elocuente:
Nos sentamos todos en círculo, y el monitor pidió a una de las parejas jóvenes que participaban que saliera al centro del círculo. Se sentaron juntos y el ponente les preguntó cuánto tiempo llevaban casados a lo que respondieron que un año y medio; aún no tenían hijos pero lo estaban deseando. A partir de ahí comenzó la dinámica:
-      Amigos: Aquí les presento a Norma y a Juan Pablo. Ya nos han dicho que se casaron hace un año y medio y que están deseando tener un hijo. Ellos han construido su hogar, establecido sus normas, Son felices y están ilusionados.

Dentro de muy poco tiempo les va a llegar un hermoso niño. (El monitor llama a uno de los jóvenes que estaban sentados junto a sus novias en el círculo; le pide que se lleve con él su silla y se siente en medio de Norma y de Juan Pablo)  Norma y Juan le dan la bienvenida a su hogar y se sienten felices de que haya venido.
A los dos años viene el Segundo hijo y el monitor hace la misma operación con otro de los jóvenes del círculo: coge su silla y se sienta al lado de su “hermano”; la misma cosa se volvió a repetir por tercera vez: un tercer hijo.
La familia va creciendo así, Norma y Juan son muy buenos padres y literalmente dedican su vida entera a sus hijos.
En la dinámica como hemos dicho, vinieron tres hijos y en cada ocasión pidieron a alguno de los jóvenes o jovencitas que se sentaran en medio de nosotros.
El tiempo pasa, continuó el ponente; y llega el día en que los hijos se ponen novios y traen también la novia que la sientan a su lado (cada joven se va levantando y trayéndose a su novia con su silla y poniéndola a su lado… hasta que entre Juan Pablo y Norma se ha hecho una distancia de 6 puestos).
Continúa el ponente desarrollando la dinámica:
Primero, Julio se Casa y forma su propio hogar. El primer hijo, se levantó con su novia, cogieron su silla y volvieron a su sitio inicial y así sucesivamente. Cada hijo deja el hogar y forma su vida

Cuando todos terminaron de irse, el instructor hizo una pausa, se quedó en silencio y nos pidió que observáramos el espectáculo y dijo: "Ahora miren la distancia que existe entre Norma y Juan Pablo".

Efectivamente, la distancia que se había venido sosteniendo  durante cerca de 30 años los hacía ya como dos desconocidos. ¿Qué fue lo que causó ese hueco tan enorme?

Juan y Norma han cometido un gran error, han permitido que sus hijos se interpongan entre ellos y ahora que están de nuevo solos, si acaso, tendrán que empezar a conocerse.

El ponente nos explicó el error: se lo habían dado  todo a los hijos olvidándose de ellos mismos...

Explicó que la base del fundamento del hogar no son Los hijos, sino la pareja y que ésta debe permanecer unida contra viento y marea y se ha de cuidar y cultivar el amor por encima de cualquier otra cosa que se presente.

De hecho, el mejor regalo que se puede dar a los hijos es saber que sus padres se aman y que permanecen unidos y así ellos aprenderán a amar en función de cómo se aman sus padres.
Si los padres no salen juntos, no se siguen cortejando, no se hablan con tiernos acentos y no se comunican entre ellos de manera frecuente y especial, es escasa la probabilidad de tener hijos con profundidad espiritual y emocionalmente estables y, cuando ellos partan de casa, es muy común que la pareja ya no sienta ganas de volver a comenzar a enamorarse, pues hay una carga enorme de sueños truncados, deseos insatisfechos, ilusiones decepcionadas… y la distancia que se creó no se acorta sino que se sigue  agrandando escondiéndose en los nietos.

Aunque pueda parecer egoísmo, no lo es, por el contrario, es un seguro de vida para los hijos y para la pareja.
El encuentro se terminó dando algunos principios que no se deben olvidar jamás:

”ANTES QUE OTRA COSA, LO PRIMERO ES LA PAREJA

1-Son los hijos los que deberán acomodarse. La vida familiar no tendrá que girar en torno a ellos, sino en torno de los padres.

2-Tengamos el valor de decir: "Primero MI pareja", o de lo contrario, podemos ir preparándonos, muy posiblemente, para pasar una vejez solitaria, por no haber aprovechado la oportunidad que tuvimos para construir una vida en pareja.

Sigue estas sencillas reglas y tendrás éxito...

1. Si eres SOLTER0 O SOLTERA: PRIMERO TUS PAPÁS.

2. Si eres CASADO O CASADA: PRIMERO TU PAREJA, EN SEGUNDO LUGAR: TUS PADRES.

3. CASADO O CASADA CON HIJOS: PRIMERO TU PAREJA, EN SEGUNDO LUGAR: TUS HIJOS, EN TERCER LUGAR: TUS PADRES.

4-SI CAMBIAS EL ORDEN EN CUALQUIERA DE LOS PUNTOS... PROBABLEMENTE TENDRÁS UNA VEJEZ SOLITARIA.

5-El respeto es lo mas importante en una relación, si se pierde el respeto, aunque haya Amor, se terminará la relación,  no olvidemos conquistar a nuestra pareja día a día.

"Solo se podrá ser feliz cuando dos personas felices se unan para compartir su felicidad, no para hacerse felices la una a base de la otra"

"Antes de acudir al encuentro del otro, deberíamos intentar el encuentro con nosotros mismos para ver hasta qué punto estamos dispuestos a darnos”

Autor: Dr. Octavio Rivas

            Doctor en psicología UNAM

LOS CICLOS DE LA VIDA -Melitón Bruque García-

Ahora que estamos al comienzo de un nuevo curso pueden ocurrirnos muchas cosas y pueden cruzársenos muchas ideas y surgirnos muchos sentimientos que nos inviten a tirar la toalla  y hacernos creer que no vale la pena luchar.

Recogiendo lo que me contaba una persona muy querida se me ha ocurrido hacer un recorrido por esas etapas por las que vamos pasando en la vida y en las que observamos que en realidad no hay nada nuevo, solamente aparecen distintas las formas con las que se reviste la realidad. Esta persona me decía: “Me dice mi hija ahora que ella tiene ya dos hijos: “Mamá, cómo fuiste capaz de aguantar y soportar todas las cosas que te hicimos cuando éramos niños y después jóvenes?”

 

 Apenas empezaba a tener capacidad de comprender,  su padre le regaló el día de su cumpleaños un bastón, para que  con él se apoyase cuando caminaba, se defendiese cuando fuera atacado por los animales peligrosos y con él pudiese también hacer otras muchas cosas.

            El día de su bautismo (a los tres años), su madre le regaló la vela que les dio el sacerdote para que la cuidara  y la encendiese en los momentos  más importantes de su vida, explicándole el significado y la importancia tan grande  que para ella tenía.

            Fueron pasando los años y, en la plenitud de su juventud, empezó a interesarse de otras muchas cosas que la vida le presentaba y, tanto el bastón de su padre, como la vela de su madre los arrinconó, pues los consideraba una tontería que no servían para nada y, por tanto, algo que no valía la pena, hasta el punto que muchas veces estuvo a punto de tirarlos a la basura, pero se retuvo al hacerlo, ya que se trataba de algo que su padre y su madre lo habían tenido  en gran estima y se lo regalaron como algo grande, entonces, por consideración a sus padres, los guardó allá en un rincón del trastero mirándolos con cariño.

            Pasados los años, ya en la madurez, empezaron a flaquearle las piernas y empezó a sentir necesidad de un apoyo y se acordó del bastón que le había regalado su padre; fue al trastero y allí se lo encontró, derecho, impecable; Se alegró enormemente de no haberlo tirado a la basura.

            La vida le dio un vuelco y las cosas se pusieron muy duras, en nada se parecía a aquella alegría y potencia que sentía en su juventud en donde creía que era dueño del mundo: las cosas habían cambiado mucho, nada se parecía a lo que él había soñado: se había roto su hogar, se había quedado sin trabajo, se sentía enfermo y todo parecía haber perdido el sentido…  ¡Cómo recordaba todo aquello que le habían dicho sus padres y que tanto le molestaba escuchárselo. Se fue al trastero y encontró aquella vela que su madre le había regalado  y recordó con lágrimas todo aquello que le había dicho su madre sobre el significado de aquella vela de su bautismo…  y sintió cómo su madre lo había querido y en su amor reconoció el de Dios.

            Cogió la vela, le limpió todo el polvo que se le había pegado, la puso en un hermoso candelabro y en los momentos de tristeza y soledad, la encendía  para rezarle a la Virgen  y darle gracias a Dios por los padres que le había dado y por todo lo que le dijeron,  recordando que sus padres le habían hecho un gran regalo: le habían dado la fe, lo habían abierto a la gran familia de los hijos de Dios, le habían dado la posibilidad de llamar a Dios Padre, le habían dado la esperanza y la seguridad de que, aunque la vida se pusiera de espaldas, Dios le daba siempre la cara y, siempre lo esperaba con los brazos abiertos…   

            Se acordaba ahora de sus hijos y los veía perdidos, sin principios, sin ilusión, sin esperanza y sentía ganas de llorar de ver cómo los había dejado perderse por un concepto estúpido de respeto y de libertad.

Aquel bastón y aquella vela, se convirtieron para él en dos signos grandes que le empujaban a no dar la batalla por perdida y a retomar  todo aquello que por tanto tiempo había olvidado y hasta despreciado.

            En la vida de la persona viene a ocurrir algo parecido a la historia del bastón y de la vela que representan al padre y a la madre:

                        -En la infancia, en la niñez y en la adolescencia, los hijos  viven amarrados a sus padres, pues sin ellos no pueden hacer nada, ni pueden defenderse por ellos mismos.

                        -En la juventud  sienten el ímpetu y la fuerza de la vida, hasta el punto de creerse autosuficientes y consideran a los padres unos intrusos atrasados, cargados de prejuicios y de conceptos obsoletos sin sentido, que les impiden ser felices;  ellos no conocen la historia, no han vivido, les falta la mitad de la vida, pues solo funcionan a instancias de los impulsos… llega el momento que se sienten tan grandes y autosuficientes que prescinden por completo de los padres y hasta los llegan a sentir un estorbo para sus vidas e intentan o, lo realizan, arrinconarlos en el “trastero”.

            Pero la vida sigue su marcha implacable y va haciendo que cada cosa se ponga en su sitio y, sin darnos cuenta, van pasando los años y pasó la niñez, la adolescencia, la juventud… y llega la madurez y aparecen los hijos y repiten esquemas y los vemos que vuelven a ponerse en la misma tesitura que antes nos pusimos nosotros,  cuando estábamos como ellos y ahora no tenemos argumentos nuevos para rebatir los mismos problemas que nosotros poníamos y no nos queda más remedio que  volver al “bastón” que nos dejó nuestro padre y a la “vela” que  nos regaló nuestra madre y a repetir los mismos argumentos que ellos nos dieron, repitiendo a los hijos exactamente lo mismo que nosotros  escuchamos  y, cuando los vemos que empiezan a ser autosuficientes  y planean meternos en el “ trastero”, entonces nos damos cuenta realmente que la vida no tiene más que una luz que ilumina verdaderamente y que no hay otro amor más auténtico  y verdadero que el de un padre y una madre que no tienen otro motivo para vivir que buscar la felicidad de sus hijos.