lunes, 3 de febrero de 2014

ME CONFIESO QUE...


ME CONFIESO QUE…       

A veces siento que he envejecido demasiado, pues muchas cosas ya no las veo como las veía antes y no es que esté arrepentido de haberlas visto de una forma determinada, es que, ahora que tengo una visión más completa, me doy cuenta de las estupideces que dije y que hice por creer que lo sabía todo, pero eso es propio de la juventud que se ofusca con su ilusión y, eso es lindo que se viva; ahora me aferro cada vez a menos cosas, pongo la mano por menos cosas y por menos personas y me da pena haber perdido esa ilusión confiada y la capacidad de confiar en la gente.

         Ciertamente, cada vez creo en menos cosas y me voy quedando con lo que realmente vale la pena: el éxito, el dinero, los puestos, la imagen… me parecen tan vacíos  que los detesto. El que te llegue la gente alabándote, cuando sabes que es un cumplido, me da grima y asco.

No puedo soportar los tejemanejes de los que medran para conquistar puestos, me parece indigno de una persona que se arrastre de esa forma, pues luego ves que no es “servir” lo que les ilusiona, sino la imagen y las apariencias.

         Me da mucha pena de esa gente que a todo le pone peros, pues viven amargados y jamás se les ve que, esos valores que predican  y que supuestamente ellos tienen y ponen como referentes, para criticar a los demás, no los ves por ningún sitio ni los ponen al servicio.

         Cada día me doy cuenta que soy más pobre, que soy mezquino, que sé menos, que me faltan muchas cosas y virtudes, que necesito querer a la gente y sentirme querido por los que me rodean, pues sin la gente no soy nada.

         No soporto a los que siempre están en el centro y hacen todo lo posible para que todo gire a su alrededor, de forma que minusvaloran a todos y desprecian cualquier idea que no sea la de ellos. Sobre todo, no puedo soportar a aquellos que no son capaces de mover un dedo, si es que no está pagado previamente.

         Me producen lástima aquellos que van presumiendo de coches, de títulos, de cuentas bancarias… y no son capaces de ponerse a la altura del más sencillo, que los pueda sentir como amigos y que puedan sentirse queridos por lo que son y no por lo que tienen y ostentan.

         Detesto a todos esos que andan por la vida mirando por encima de los hombros a los demás, apoyándose en sus grandes fortunas conseguidas a base de explotación, de negocios sucios y de robo.

Me siento muy mal con el cinismo de esta sociedad que ha puesto  el placer, el lujo, la vida fácil, como horizonte de la persona y no tiene en cuenta el dolor y el sufrimiento de los otros, ni le importa lo que puedan estar sufriendo, pues sostiene que cada uno ha de ir a lo suyo a costa de lo que cueste.

 Detesto a los insolentes y a los hipócritas que hacen grandes obras de misericordia a costa del expolio de los pobres y, encima, quedan bien ante la sociedad y se les hace monumentos.

Me producen repugnancia los “palmeros” que por un bocadillo, o  unas monedas, andan de un lado para otro aplaudiendo a los cínicos políticos que van burlándose del pueblo,  engañándolo con promesas que no piensan cumplir y degradando el más elemental sentido común.

         No me gustan los aplausos ni me creo los halagos; gozo cuando sé que alguien está gozando con algo que le he facilitado, y me siento feliz cuando percibo que he ayudado a la felicidad de alguien.

         A estas alturas y, después de todo lo vivido, me siento feliz y tranquilo porque creo que he dado lo mejor que tengo, he hecho lo que sé, y lo que quiero; he disfrutado haciendo lo que creo y lo he hecho de la mejor manera que sé; he querido a mucha gente y me he sentido querido también.

Siento que el mayor regalo que me ha hecho Dios son mis amigos, que son la mayor riqueza que tengo, por eso me siento enormemente rico.

         No aspiro ni deseo puestos, honores, reconocimientos, ni agradecimientos de nada, simplemente deseo vivir con sencillez, poder  abrir mi casa y mi corazón sin reservas a quien se sienta amigo mío y le guste compartir la vida.

         He aprendido que la vida es simple y que he de descomplicarla lo máximo que pueda, para hacer el camino fácil a los que me rodean y, en esa onda, quisiera vivir el resto de mis días: sirviendo de ayuda y no de obstáculo  para nadie.

         Le pido al Señor que me mantenga la cabeza lúcida, para que pueda mantener  siempre la cordura y escuchar con criterio a la gente y, de esa manera, poder escuchar, entender, comprender, a quien está a mi lado y poder valorar los detalles de cariño que me tenga y todo el bien que hace.

         Le pido al Señor fuerza de voluntad para entender que no siempre tengo 20 años y que tiene que llegar un momento en que he de tener la suficiente humildad para dejarme ayudar y saber agradecer el bien que me hacen; que no esté siempre quejándome de lo bueno que fue lo que yo hacía, cuando era joven y  lo despreciable que es lo que ahora se hace.

         Que me dé el Señor la lucidez necesaria para encontrar todos los valores que existen en el momento actual, que tienen las personas que me rodean y, aprender con ellos a disfrutar con lo que ellos disfrutan y a llorar con lo que ellos lloran; que no me crea que ya lo sé todo y que nadie me puede enseñar nada.

         Que me regale el Señor la capacidad de sorprenderme cada día por cada cosa que me ocurra, por cada persona que me encuentro, por cada situación  que vivo y encuentre la belleza que hay en todo, para sentir ganas de agradecer  en lugar de maldecir.
 


MI ESCUDO
 

No es ningún alarde de grandeza, sino un intento de dejar plasmada la definición de mi persona, pues con mucha frecuencia me piden el curriculum cuando tengo que dar una conferencia, o a veces me han pedido, en algún medio de comunicación, una definición  de mi persona.

He querido dejar plasmado lo que siento, lo que vivo y lo que soy:

+Una Biblia conteniendo la Palabra de Dios que es el alimento de mi fe y de mi vida.

+Una vela que representa la fe que me dieron mis padres en mi bautismo y que es la que le da sentido a mi persona entera:

+Dibujo de mi pueblo que representa mis raíces de las que me siento orgulloso.

+Un olivo que representa mi cultura.

+Las hojas verdes que me envuelven son mis amigos, por los que me siento querido y en quienes me proyecto.

En la parte superior  he querido poner mis ideales y mis grandes características:

+Una choza en la selva que representa mi gran ideal de entrega de mi vida por los más desfavorecidos: las misiones.

+Una orquídea representa mi amor a la naturaleza y el respeto a la tierra.; he puesto la orquídea porque es la flor que más me gusta.

+Un pico y un ordenador: en mi vida no he hecho otra cosa que trabajar porque creo que es así como se expresa el amor en el que creo y porque no creo que pueda comerme el pan con dignidad si es que no lo sudo.

+La CRUZ con la que me identifico y en la que encuentro que está mi salvación, pues es el camino obligado para la resurrección