Hace unos días le dije adiós a Benedicto XVI dándole las gracias,
desde lo más hondo de mi corazón, por el servicio que le ha prestado a la
iglesia, por la valentía y el coraje con los que ha enfrentado los ataques y
los retos que hoy se le vienen
presentando a la iglesia.
No,
no es ninguna “perita en dulce” lo que le espera al que le suceda y, yo tengo
muy claro que, lo único que tengo que hacer, es pedirle al Espíritu Santo que
ilumine y fortalezca al que tenga que ser instrumento y signo de unidad de la
iglesia.
En
estos días, se disparan todas las mentes calenturientas y, cada uno sale
diciendo en lo que la iglesia debe cambiar y, por tanto, poniendo su candidato
y diciendo quién es el que debería salir nombrado Papa.
Otro
se están poniendo la venda antes que reciban la pedrada o, se andan enfundando las escafandras en contra de los
posibles candidatos… Alguien me decía: “Pídale a Dios que no salga (…)
No creo que esta deba ser la postura que debemos tener los cristianos,
por aquí no vamos a ningún sitio, a no ser entrar en el juego del ventilador
que tienen enchufado.
Hay
una cosa segura: salga el que salga elegido, lo van a crucificar, pues haga lo
que haga, va a estar siempre en el punto de mira de todos los detractores, los
enemigos y los incondicionales seguidores de la causa de Jesús.
Es
curioso ver cómo la gente acosa, para que entres al trapo y te definas,
apretando para que sueltes prenda y, hasta te
hacen decir lo que no has dicho y, por los gestos que hagas, rápidamente
te cuelgan la etiqueta de ser de “izquierdas” o de “derechas”.
¡¡Lo
siento!! ¡…!
Me
duele que hayamos llegado a tal grado de
inconsciencia, que no seamos capaces de pensar, si no es bajo el signo de una
etiqueta.
¡¡Estoy
harto de izquierdas y de derechas, de arriba y de abajo!!
Me
fastidia que este momento tan importante haya tenido que llegar justamente en
la situación en la que vivimos y se sienta mezclado con Bárcenas, Blanco, Rajoy
y Rubalcaba… sacramentos todos de podredumbre; de tal manera que los etiquetados y etiqueteros, se vayan de un
lado a otro desparramando porquería por todas partes y mezclando las churras
con las merinas.
¡Pues
no! No entro en el juego, porque no me da la gana.
No
apuesto en vuestras quinielas que van aireando los distintos servidores de los diferentes
intereses.
¡No
voy a entrar en vuestro juego!
Es
cierto que no me gustan un montón de cosas que son accidentales y secundarias
y, por eso, no hago más que preguntarme: ¿Qué pensará Jesús de todo esto?
Yo estoy seguro que no le queda más
remedio que aguantarse, ya que los humanos no sabemos hacer las cosas de otra
manera.
Yo
creo firmemente en aquello que nos dijo: “Tú eres Pedro y, sobre esta piedra,
edificaré mi iglesia y los poderes del mal no podrán contra ella” (Mt. 16,18)
por más que nosotros estemos “embarrados”
Yo
creo en el “sacramento de unidad que es el “Papa”; quien lo sustenta es lo de
menos, de la misma manera que creo en la Eucaristía aunque el sacerdote que la
presida me guste más o menos, porque sea un reflejo de Cristo más o menos
claro, pues la iglesia no es el papa, ni los cardenales, vestidos de rojo, ni
los obispos con sus mitras, ni los curas con sus ropajes, ni las monjas con los
suyos, ni los sacristanes, ni los
monaguillos, ni los catequistas, ni los ministros extraordinarios de la
Eucaristía ni el mecánico Pepe o Paco que tienen el taller en frente de mi casa,
o el agricultor o el carpintero que son
mis vecinos… La iglesia somos todos juntos, cumpliendo cada uno con nuestra
misión y, todos juntos, al mirar al Papa nos sentimos identificados en la misma
fe en Jesucristo y unidos en él a su
misma causa, la del Reino.
Tengo
muy claro que, salga quien salga, lo sentiré como el sacramento que me une en
la fe a Jesucristo con todos los cristianos de la tierra; lo respetaré y lo
amaré porque amo a Jesucristo y a la iglesia, porque es el cuerpo del que me
siento miembro y, despreciarlo sería despreciarme a mí mismo.
La
postura de un cristiano frente al papa no puede ser la del que rinde culto a
una persona (x) que asume el signo de unidad de la iglesia. No es el signo lo
que amamos, sino lo que representa. El Papa no es objeto de veneración, sino la
iglesia y en ella adoramos a Jesucristo, a Dios Padre y al Espíritu Santo que
le da vida.
Por
eso, seas quien seas, llegues cuando llegues, mi casa estará abierta, serás
bienvenido, acogido, respetado, querido y apoyado incondicionalmente, porque en
ti queda reflejada la iglesia que yo amo y con la que me siento identificado.
Tengo
muy claro que mi postura ha de ser apoyarte y quererte y pedirle todos los días
al Señor que te dé su Espíritu para que no te tiemble el pulso, le pierdas el
miedo a los enemigos, te llene de su Espíritu de fortaleza, de sabiduría, de
entendimiento y de apertura para que seas el fiel reflejo de Jesús, Pastor,
Maestro y Guía que lleve a los hombres de este mundo la luz de la VERDAD, de la
JUSTICIA y de la PAZ