Vivimos en una realidad en la que por todas partes
se oye lo mismo: “Se han perdido los valores”, “Se ha perdido el trabajo” “Se
ha perdido el respeto”, Se ha perdido la fe”, “Se ha perdido el norte”…
¿Vivimos en una sociedad perdida?
No sé si han tenido
alguna vez la experiencia de perderse en algún sitio y no saber dónde está el
norte ni el sur ni ninguno de los puntos cardinales… ¡Es tremendo!
También es tremendo
llegar a una situación en la que no sabes qué hacer, por dónde tirar, a quién
escuchar… y mientras tanto, tampoco tú te encuentras con fuerzas ni con ánimos
para nada, te sientes perdido y, hay mucha gente que se desea la muerte y hasta
llega a quitarse la vida.
Hay otra situación de
pérdida de horizontes, que es aquella en la que se encuentra mucha gente y que
dice: “Pues una vez perdidos… ¡todos al río! Y se dedican a vegetar, esperando
que alguien arregle esto, pero sin estar dispuestos a mover un dedo para que
las cosas cambien.
De todo esto, creo
que todos sabemos un poco y, en un tiempo de crisis como el que vivimos, cuando
miramos el horizonte, cada vez lo vemos más oscuro y hasta borroso.
En definitiva, creo
que ha ocurrido una cosa: llevamos ya un tiempo en el que nos echamos en brazos
del dios dinero; él prometía darnos todo lo que soñáramos y, en esa nube nos
instalamos un tiempo, sin darnos cuenta que la nube no tiene en qué sostenerse
y, cuando nos tenía completamente en sus manos, de repente nos despertó y nos
dimos cuenta que todo fue un sueño. Hay mucha gente que aún quiere seguir
durmiendo y no quiere aceptar que no era real, pero ya no hay camas dónde
echarse y dormirse en los laureles.
Yo recuerdo que hace
20 años, en una reunión en la universidad, un joven decía que “habíamos logrado
lo máximo que puede llegar a soñar la especie humana: a tener un sistema que te
da todo lo que te apetezca sin tener que preocuparte. Los ideales, las
inquietudes… son problema de cada uno y, lo que tiene que hacer, es que no
salpiquen a los demás”
Es exactamente la
tentación que nos narra S. Mateo (Mt.
4,3-4) a la que Jesús contestó tajantemente: “No solo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”: es la tentación de reducirlo
todo al placer y la comodidad, achatando todas las perspectivas del ser humano.
Y esto es lo que han hecho con la sociedad, volviendo la cabeza ante la
realidad que existe a nuestro lado.
Parece que a esta
sociedad acomodada del primer mundo, le quitaron el mapa o el GPS y ha perdido
los puntos de orientación y, no le quedará más remedio que volver a
reorientarse.
Y en esa vuelta,
tiene de nuevo varias propuestas que luchan por imponerse, para llevarnos de
nuevo a la “nube”: (lo que ocurre es que ahora no sabemos qué signo va a tener
la nube)
Propuesta A
1º-Hoy se está atentando contra una de
las expresiones sagradas del hombre: el
trabajo, al que se le está queriendo quitar toda la dignidad que tiene,
presentándolo como una moneda devaluada.
2º-Otro objetivo es el deterioro moral, espiritual y
antropológico de la persona; se la está queriendo reducir a ser una máquina que
consume y produce placer; el instrumento más inmediato y fácil que tiene es el
cuerpo, el cual solo interesa, si es que puede producir o consumir ese placer,
de ahí que el objetivo fundamental que hay que desarrollar es el CUERPO, con sus sentidos y el desprecio
por la vida, sobre todo la espiritual.
3º-Quitar todo sentido de transcendencia y cerrarse en lo
inmediato y material: un materialismo absoluto.
Con lo cual, se da
por desmoronado toda la dimensión espiritual y transcendente de la persona y
todo queda reducido a un intercambio de intereses materiales.
Propuesta B
Ponerte al servicio
del poder, arrodillándote ante él y sometiéndote a todos sus dictámenes, con lo
que renuncias solemnemente a tu libertad y te entregas con cuerpo y alma a los
intereses del partido, aun a costa de negar lo evidente y atropellar la verdad,
la persona, el orden, la moral y todo lo que pueda obstaculizar la posesión del
poder, que se convierte en el único objetivo.
Propuesta C
Es la propuesta del
evangelio: hay una realidad que nos grita y nos provoca: esa que hemos dibujado
al principio: una realidad que está perdida y busca un GPS para dejar de dar
vueltas y salir del atolladero.
En medio de esa
situación, se vuelven a escuchar las palabras de Jesús: en un momento hablaba
con los discípulos y les dice: “A donde
voy yo, sabéis ya el camino” Tomás le contesta: Señor, si no sabemos dónde vas,
¿cómo vamos a saber el camino? Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad
y la vida”.
Jesús se convierte en
el verdadero GPS que conduce a la humanidad: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida (Jn. 8,12. Cf. Is. 35,8; Sal. 23)
Quien se mete en ese
camino y sigue esa dirección, se convierte también en guía, por eso les dice: “Vosotros sois la luz del mundo… brille así
vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo” (Mt. 5,14-16)
La iglesia no tiene
otro sentido de existir que éste: ser luz
para la humanidad, ser guía hacia el
Reino de Dios y hacerlo presente, tal como hizo Cristo; esta es la MISIÓN que
recibió la iglesia y que Cristo le dejó como tarea: caminar con la humanidad
indicando siempre el camino, siendo luz, como quien se siente con el GPS o el
mapa en la mano.
La MISIÓN de la
iglesia no es una ideología, ni un sentimiento religioso, reducido a una actividad
interior, sin incidencia en la realidad externa, que se da solo en el campo de
la conciencia -como están queriendo convencernos- hasta el punto que todo
aquello que concierne a la realidad del reino, como es LA VERDAD, LA JUSTICIA,
LA LIBERTAD, LA PAZ, LA VIDA, LA DIGNIDAD DE LA PERSONA… han llegado a
convencernos que eso son asuntos políticos y no hay que tocarlos, ni la iglesia
tiene nada que decir sobre eso, con lo que, al convencernos de esto, nos han
callado y nos han escondido la luz debajo del celemín… nos han robado el GPS.
Ser signos e
instrumentos del reino, implica el comprometerse, con una misión que tiene un
carácter público, que tiene que verse y que se traduce en acciones concretas y
en actitudes que se personalizan.
La MISIÓN de la iglesia es la respuesta a
las palabras de Jesús: “Lo que yo os digo
en la oscuridad, decidlo vosotros en la plena luz; lo que oís al oído,
proclamadlo desde la terraza” (Mt.10,27)
Es decir: es
inconcebible que los cristianos se arrinconen, se callen, se asusten, se
avergüencen… eso es renunciar a nuestro ser de cristianos; el mensaje que
Cristo nos trajo no es para que nos lo guardemos, sino para que lo llevemos a
todas partes.
El mensaje que
tenemos es salvación para el mundo, pues supone el respeto a la persona, el
reconocimiento de su dignidad, el respeto a la vida a todos los niveles; el
compromiso de hacer de este mundo un anticipo del reino de Dios, creando unas
estructuras justas, donde brille la luz por la claridad de la verdad, en donde
la persona sea tenida como un valor absoluto y todo esté en función de la
felicidad del hombre.
Somos poseedores de
un gran tesoro y no nos lo podemos guardar; no podemos seguir arrinconados. No
podemos seguir sosteniendo algo que se contradice: calculo que este año se han
de haber confirmado más de 2000 jóvenes en nuestra provincia y es una gran
contradicción el que no se vean por ningún sitio.
Cristo vino, abrió el
camino, indicó la meta, dio las pautas para caminar y nos dejó el encargo de
invitar a todos a entrar en el camino. Ni la iglesia, ni los cristianos,
podemos renunciar a este encargo; el momento que lo hacemos estamos dejando de
ser lo que somos y nuestra presencia se convierte más bien en “sal que se ha
vuelto sosa y solo sirve para que se burlen de ella y la pisoteen”