No te digo adiós, sino hasta
luego, pues sé que no te has ido, te quedas con nosotros, pero ahora con mucha
más fuerza, ya libre de tu dolor.
Tu figura se agranda hoy y,
ahora que te pienso, la veo que es poliédrica,
como uno de esos diamantes gigantes que por cualquier cara que lo mires
desprende la luz.
Para todos nosotros eres D.
PEDRO; te ganaste el título sin que te hayamos sentido distante, ni por encima
de nadie; en ti no había barreras.
“Mi padrecito lindo” a lo
que con sonrisa de ternura siempre me respondías: ”¡Mi hijo mayor!” pero en definitiva, todos te sentimos
como nuestro HERMANO MAYOR, como padre, maestro, compañero de camino…
Cualquiera de estos calificativos te lo podríamos acoplar y te lucirían espléndidamente,
como un traje hecho a tu medida, porque todos los probaste y con todos te
vestiste.
Hoy te vas, después de haber
enfrentado la prueba final como lo hacen los grandes, pero no te decimos adiós,
sino hasta luego, pues tú no has muerto, porque tu labor, tu enseñanza, tu
sencillez, tu ternura, tu firmeza y tu recuerdo quedan en todos nuestros corazones.
Tu paso por la tierra ha
sido como el agua fina de lluvia que ha ido calando suave y regando momentos
difíciles de la historia: te tocó derribar, limpiar, plantar y cultivar en
aquellos tiempos recios del post-concilio que te hicieron sufrir la
desconfianza, la desidia de los que se resistían, la crítica desacerbada y hasta la persecución de los que te
consideraron enemigo, pero tuviste la
valentía y la firmeza del padre y pastor, que tiene claro por donde tiene que
encaminar a sus hijos y seguiste con fidelidad el mandato de la iglesia,
sembrando en el corazón de los que te quisieron escuchar lo que el evangelio
estaba pidiendo: un espíritu de comunidad fraterna y, sosteniendo que no es
posible vivir, sin tener plena conciencia de lo que se confiesa y se vive.
Has sido un MAESTRO en esta
comunidad de Linares y así pasarás a la memoria histórica de cada uno de los
linarenses; así te recordará SAFA de toda Andalucía, tu parroquia de S. José o
de Villargordo.
Te hemos percibido como el
HERMANO cercano y sencillo, siempre atento y respetuoso, como el que pasa de
puntillas, pero de una fidelidad y lealtad inquebrantables a la verdad.
No eres el tipo con doblez
que no se sabe nunca por donde va, sino que siempre te vimos caminando de
frente; todos sabíamos dónde estabas y dónde te podíamos encontrar, menos
aquellos que quisieron manipularte y
cada vez te calificaron de un color o te fueron ubicando donde les parecía; fuiste un
hombre de una definición clara, como tu “Maestro” Jesús: de frente siempre a
la verdad, a la justicia y a la fraternidad.
Así te encontramos, así te
conocimos y así te vimos caminar por la vida, en el CAMINO del reino.
Ahora tu figura se agiganta
a medida que se te mira, pues has sido capaz de mantenerte hasta el final, que
es lo grande e importante y te has ido dejando pulir por la vida. Tu rostro ha sido una expresión de la sonrisa de Dios.
¡¡Gracias por tu vida,
gastada hasta consumirse por la causa de Jesús!!
¡¡Gracias por tu fidelidad a
la amistad, pues en ti Hemos podido descubrir
la amistad de Dios con toda la gente que has encontrado en tu camino!!.
¡¡Qué alegría has de haber
experimentado esta mañana al escuchar la bienvenida de Jesús que te esperaba, a
quien tantas veces has repetido sus palabras: “Ven, bendito de mi Padre, porque
cuando te necesité, siempre te encontré a mi lado”.
¡¡No te olvides de nosotros!!