viernes, 19 de abril de 2013

LA POBREZA


En la cena del hambre 20-04-13
El otro día recibí una carta de Edith en la que me pedía que firmara una protesta en contra de un plan del gobierno que quiere explorar una zona de la selva, en la que habitan 9 etnias y de la que, con toda seguridad desaparecerán.
La codicia de los dólares salta por encima de las personas y no repara en nada. Cuando a esa gente se la expropia de sus tierras, que han recibido por herencia de siglos y que, en su historia no estuvieron sujetas a papeles ni a burocracia, sino que se fueron transmitiendo de padres a hijos, ahora los que han establecido las leyes, sin contar con las personas, por arte de magia llegan y dicen que esa tierra no es de nadie y que, por tanto, les pertenece y quien se oponga se lo llevan por delante.
Ciertamente, cuando nosotros oímos esto, nos quedamos escépticos y hasta no llegamos a darle mucho crédito, pues nos resulta algo salido de la realidad… las cosas cambian cuando empezamos a ver que, algo parecido empieza a querer darse entre nosotros, referente a la vivienda. En estas zonas de la tierra, ocurre a diario y quedan en la miseria y en la indefensión total, millones de personas de las que nadie se hace eco.
Es tremendamente lamentable ver cómo,  en tan poco tiempo hemos sido capaces de olvidar nuestra historia y montar un sistema que nos ha anestesiado, hasta el punto que no permitimos que nuestros niños vean realidades duras, pues decimos que herimos su sensibilidad y el niño lo pasa mal. Hemos creado un nuevo sistema en el que se repite lo mismo y se dan razones distintas a las que se venían dando para justificar la pobreza y la explotación:
        -Los judíos del tiempo de Jesús justificaban la pobreza diciendo que Dios castiga a los pecadores, privándoles de lo necesario para comer y bendice a sus fieles con la abundancia de los bienes.
        -La Biblia, en cambio, sostenía desde siempre, que Dios no quiere la pobreza y escucha el clamor de los explotados.
        -En una mentalidad laica, pasa del tema de Dios y sostiene que los pobres son el fruto de unas estructuras sociales de explotación y que, la realización plena de la sociedad, se dará el momento en que todos sean iguales.
        -Otra mentalidad más “antropológica” sostiene que hay diferentes clases de “personas” y que su misma naturaleza les inclina a ser de una manera o de otra, por lo tanto, siempre habrá pobres y ricos, porque eso ha existido desde siempre y hay personas que no saben ni pueden ser de otra manera. De la misma manera hay otros que nacieron con carácter de poderosos y siempre serán así.
        -Otra ideología muy común, que suele salir a flote con mucha frecuencia y que, hasta no hace más de un año, se defendía con fuerza: “El que es pobre es porque quiere, porque es un vago, porque no es capaz de adaptarse a las exigencias de la vida… Incluso en la actualidad, en medio de la tormenta en la que vivimos, todavía se oyen argumentos que justifican lo que padecemos: “si no se hubieran alargado hasta donde no llegaban…” “Si hubieran sido lo suficientemente sensatos…”.
Es triste escuchar argumentos como que: “en el tercer mundo son pobres porque no quieren trabajar, o porque dejan que sus gobernantes se lleven toda la riqueza, o porque no saben hacer otra cosas que traer hijos...”
Creo que la situación que estamos viviendo, ya que parece que hemos olvidado lo que se vivió hace unos 40 o 50 años atrás, nos puede refrescar la memoria y estar dando la clave de comprensión de la realidad: y es que, el juego de la pobreza o de la riqueza, es cosa de unos cuantos, que mueven las fichas y organizan la sociedad, de acuerdo a sus intereses y establecen los sistemas políticos que les conviene, para que realicen sus estrategias, y buscan sus filosofías para que den las razones que necesitan, e incluso, sus religiones para que los bendigan.
De todas formas, la conclusión es la misma: los pobres son el resultado de una estructura humana, basada en la codicia y en el afán de poder del hombre sobre el hombre, que instintivamente tiende a someter al hombre y utiliza todas las estrategias de poder, para sentirse superior y dominarlo, por lo tanto: nadie nace con naturaleza de pobre, sino que, en su inmensa mayoría, se les obliga a serlo.
Ciertamente, hay casos particulares de gente que prefiere vivir al día, como parásitos, enganchados en las costillas de los demás y, aunque les cambiaras la situación, seguirían viviendo así, pues renuncian voluntariamente a su dignidad, o prefieren entenderla así, pues les conviene. Pero esos casos no los podemos poner como ejemplo del POBRE ni es a ellos a quien nos referimos, ni sirven como referente de nada.
Cuando lees las posibilidades de vida del planeta, ves que superan en mucho las exigencias actuales, cuando ves que el gasto de cualquiera de los experimentos que se hacen, sería suficiente para solucionar el hambre o la educación del mundo… Cuando escuchas que con solo el dinero negro que hay fuera del país, en paraísos fiscales que, lógicamente, lo tienen unos cuantos, se resolvería todo el problema de la crisis… te das cuenta que esto es un juego estúpido de gente desalmada que le importa muy poco la vida del ser humano y del planeta y juegan con la humanidad como un niño con las piezas de un puzle, para formar la figura que les interesa.
En un momento, recuerdo que en la reunión que teníamos, yo sostenía que lo que vivimos no es real, pues las ¾ partes de la humanidad viven en la miseria y, alguien me respondió: “si viven así es porque quieren, pues siendo más, no tiene explicación que vivan dominados por la minoría”. De alguna manera llevaba razón, pues esa minoría vive así, gracias a la explotación que realiza sobre la mayoría.
Pero el argumento no es válido, en un mundo como el que hemos montado: aunque el individualismo que se ha establecido como norma, quiera convencernos de que nadie tiene que ver con su vecino, eso no es cierto, pues todo está interconectado, todo lo que hacemos  y, la forma cómo pensamos, está en mutua relación y hace que el sistema funcione así: nosotros podemos tener estos móviles de última generación y las compañías nos los pueden regalar, porque saben que eso va a multiplicar sus ganancias en exponentes increíbles, porque además, el material con que se produce está consiguiéndose con la muerte y la indefensión de niños esclavos, cuya situación de vida, el sistema se encarga de que no aparezca por ningún sitio.
Pensemos en el tema de la contaminación, de los vehículos, del petróleo… Hace ya mucho tiempo existen vehículos que no contaminan, que no necesitan petróleo, que estaría resuelto este problema de la humanidad… pero los grandes poderes financieros retiran todo eso y mantienen lo que hay, para que se siga explotando al mundo, mientras tanto, ellos ya tienen su espalda cubierta y los políticos están a sus órdenes para llevar adelante lo planes que ellos establezcan. La misma cosa ocurre con el tema de las medicinas o de los alimentos. Lo que menos importa es que la humanidad desaparezca, lo importante es que esos grandes mantengan su poder.
La iglesia ha mantenido siempre que los bienes y el derecho a ellos, es de todos y deben tener una función social. Incluso el referente que tenemos de Jesús y de las primeras comunidades de los Hechos de los Apóstoles, está clarísimo y va mucho más allá de todos los planteamientos políticos. Esto lleva consigo la necesidad de un planteamiento ético, de cara al  consumo de las cosas y al uso de nuestro dinero: moralmente no nos es lícito el “todo vale” si es que tengo dinero para sostenerlo, pues estoy atropellando los derechos de los demás.
Aunque se haya puesto el “consumo” como la clave del sistema, que se convierte en motor para crear necesidades, que son las que incitan a seguir consumiendo, sin más límite que el que impone el dinero que posees y te lo permite. Podemos aterrizar en algunos ejemplos:
No podemos sostener como lícito el que tenemos derecho a coches que alcanzan velocidades de 300 Kms. Hora y necesitan una energía que deja sin comer a un montón de gente, o la hacen desaparecer, como he comenzado la reflexión, mientras esos que se quedan sin comer, tienen que caminar varios Kms para ir a su lugar de trabajo, donde los tratan como a esclavos y se tienen que alquilar por una miseria.
No podemos seguir sintiendo que tenemos derecho a comernos como un aperitivo, antes de nuestra comida, algo que, incluso dejamos en el plato, cuando eso que nos dejamos, ha supuesto  más del sueldo que le han pagado al día a quien lo produjo.
No podemos seguir aupando y aclamando a un equipo de futbol que tiene como presupuesto más del PIB de un país y sus jugadores cobran una prima de 600.000 € por ganar un trofeo, que ni siquiera invierten en el país, para no pagar impuestos. Claramente es un sistema corrompido en la base y está abocado a la muerte y a la destrucción. Podríamos seguir sacando cosas en las que estamos metidos y que están íntimamente ligadas con la pobreza del mundo.
¿A qué lleva todo esto? Sencillamente, a que tomemos conciencia de dónde estamos; a que nos demos cuenta que manteniendo la forma de actuar, de pensar y, de sentir que “tenemos derecho”, estamos haciendo posible que este tinglado siga manteniéndose con fuerza.
El que nos reunamos aquí para hacer una “cena del hambre” no es para juntarnos un rato y comer algo que nos va a ir bien para nuestra dieta de adelgazamiento, sino para que pensemos que hay un montón de millones de personas que se acuestan sin cenar y que no pueden hacer más de una comida al día.
El que nos reunamos y tengamos presentes a todos estos que sufren es para que nos unamos a ellos y tomemos conciencia que la fuerza de los pobres no es el conformismo, sino la toma de conciencia de la injusticia establecida por el sistema y saber y convencernos que si ellos tienen la fuerza del poder, los pobres tienen la fuerza de la unión y la solidaridad.
En estos días de Pascua estamos oyendo en la Palabra de Dios cómo Jesús se va haciendo presente en el grupo reunido de los discípulos y les pide que se mantengan unidos. Estamos escuchando que les deja “SU” PAZ, que no es la que da el mundo, basada en los cánones del mundo: en la imagen, en el dinero, en la belleza corporal, en la autoestima, en llenarse de cosas, en el lujo… No. “SU” PAZ es el resultado de la práctica de la justicia, de la verdad y del amor; es la PAZ que llena de luz a la persona y la hace sentirse libre de todo y capaz de transformar el mundo.