¿Usted vio o entró alguna vez en un desguace de coches?
Verá que hay una gran semejanza con la estructura
que hemos montado en la vida y que el Papa Francisco ha dado en llamar
“Descarte” que, en realidad va más allá del “usar y tirar” que siempre hemos
dicho. El desguace es otra cosa:
Un automóvil se le estruja y se le saca el máximo
fruto posible hasta dejarlo inservible y, cuando ya vemos que no sirve para
nada y que lo único que hace es dar problemas, de modo que hay que estar
constantemente en el mecánico, decidimos deshacernos de él, porque lo único que
nos produce son molestias y gastos, mientras que no realiza servicio alguno y
ya no encontramos ni espacio dónde tenerlo, entonces llamamos al desguace,
alquilamos una grúa y lo retiramos para la chatarra; allí arreglamos los
papeles para darlo de baja y pagamos lo que nos pidan.
Allí lo ubican en su lugar correspondiente de
acuerdo a las posibilidades que tiene de aprovechar algunas piezas que puedan
ser válidas y cuando yo no tiene nada aprovechable se queda allí amontonado
para la chatarra hasta que se lo llevan a la fundición.
Ya sé que la comparación es triste, lamentable y
hasta escandalosa, pero en la sociedad que hemos montado en la que los valores
se han perdido y a la persona se la mide por lo que tiene, por lo que produce o
por lo que consume y cuando ya, ninguno de estos barómetros dan positivo, se
prescinde de ella, ( se “descarta” -utilizando
las palabras del Papa-) y se convierte en un estorbo que molesta en todas
partes, pues obstaculiza el ritmo que le hemos introducido a la vida y cuando
ya no tiene capacidad de producir, ni de consumir ni está en la posibilidad de ayudar a que
continúe el ritmo, sino que empieza a necesitar de alguien, porque
constantemente tiene problemas y necesita visitar periódicamente al médico … su
presencia se convierte en un engorro, hay que buscarle otro lugar que esté
tranquilo y deje vivir tranquilos a los demás
Entonces se determina que debe internarse en una
“Residencia” ( es el nombre políticamente correcto que hoy se le da al
“desguace”) Y al llegar a la “Residencia” se hacen todos los trámites para
darle de baja de la sociedad y se establece un objetivo: hacer un cálculo
aproximado de modo que en los pocos años que tenga de vida se quede sin un
céntimo de todo lo que se dedicó a ahorrar en toda su vida, mientras que la
familia se encargan de repartirse las pocas cosas de valor que le hayan podido
quedar y le piden a Dios que desaparezca cuanto antes para quitarse la
preocupación de encima.
Sí, ya sé que me van a decir que no debo
generalizar, que no todo el mundo piensa ni actúa así… ¡Bueno, vale! ¡Menos mal
que no todos son así! Pero lo que nadie me puede negar es que el tinglado de
sociedad que hemos montado no está pensado así; y si no es verdad lo que digo,
¿Por qué hay tantas “Residencias” de ancianos que se han convertido en el gran
negocio del siglo? ¿Por qué tiene tan poca oposición toda la tendencia de hoy a
la eutanasia?
Lo bueno que todo esto tiene, a pesar de los ribetes
de macabro, es que “Hoy por ti, y mañana por mí” y uno a uno vamos entrando en
el mismo carril y desembocando en el mismo aparcamiento del que salimos con los
pies “pa´lante”.