Jueves
Santo 2017
El momento es fortísimo:
Jesús sabe que sus horas están contadas. No se plantea huir, sino que desea
vivir los momentos últimos de su vida con sus amigos más cercanos, tiene
necesidad de compartir con ellos todo lo que siente; es una despedida en la que
les quiere dejar unas cuantas cosas claras, para que las tengan siempre
presentes.
A partir de ahora se van a
levantar muchos interrogantes, les van a asaltar dudas, decepciones… ¿En qué va
a quedar todo lo que les ha venido diciendo sobre el reino? ¿Qué van a hacer
ellos ahora? ¿Quién les va a alentar de ahora en adelante…?
Esta noche
en Jerusalén hay como tres ambientes de celebración muy distintos: por un lado
están todos los peregrinos que han venido a celebrar la fiesta y cada uno ha
pasado todo el día buscando pan y el cordero para celebrar en algún rincón de Jerusalén,
con su familia, el recuerdo de la salida de la esclavitud de Egipto.
Por otro
lado están todos los sumos sacerdotes, el sanedrín y los jefes que han
preferido dejar la celebración de la cena pascual para dedicarse a buscar las
formas de coger preso a Jesús, montarle un juicio rápido, antes de que la gente
se dé cuenta y matarlo, con el fin de no alterar la celebración de la fiesta.
El otro ambiente
es el de Jesús: esta noche no se ha querido ir a Betania y celebrar con sus
amigos; se ha querido quedar en Jerusalén, pero aunque su cena la ha enmarcado
en un ambiente pascual, lo que Él ha querido celebrar es otra cosa, de hecho no
hace alusión alguna a lo que todos están recordando: la salida de Egipto.
Esta noche
no es una comida como las muchas que hizo cuando quería compartir algo con sus
amigos. Esta era la cena más importante de su vida que había deseado con toda
su alma celebrar, era la última cena que compartiría con ellos en este mundo,
la próxima será cuando esté terminada la obra del reino que ha comenzado y que,
ahora deja en las manos de sus amigos.
En esta
noche hay dos sentimientos que embargan a Jesús y que no puede darles de lado:
1º la certeza de su muerte inminente que le hace estar en una tensión
impresionante, pues además, lo saben todos; el 2º sentimiento que lo embarga es
que todo lo que ha venido predicando, toda la ilusión y la esperanza que ha
puesto y ha querido inculcar en sus amigos no puede quedar truncada, eso tiene
que seguir adelante hasta implantarse, y quiere dejarles claro cómo ha de ser. ¡Pues
eso llega! y el próximo encuentro será cuando esté concluido el proyecto: «Os
aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba,
nuevo, en el reino de Dios»
Jesús está dolido de ver cómo su pueblo no ha querido
escuchar el mensaje de Dios y se ha cerrado a la gran noticia que le ha traído
y ha preferido matarlo, como hizo siempre con todos los profetas; pero una vez
más está seguro de que Dios saldrá al paso y no va a permitir que se trunque su
proyecto. Él está tranquilo de haber sido fiel a su misión, ha hecho todo lo
que Dios le ha pedido y Dios no va a fallar, nunca lo ha hecho. La cena de hoy es
un símbolo de lo que será la cena del triunfo definitivo en el reino de los
cielos, donde brindarán con el “vino nuevo”
Jesús sigue el ritmo normal de la cena judía, pero rompe el
rito en los momentos en los que quiere dar otro contenido completamente nuevo:
1º- Jesús se levanta, coge un pan, pronuncia una bendición y
todos responden “Amén”. Este gesto es algo que todos conocen pues es lo que
indica el ritual; después se lo reparte y todos entienden que la comunión en
ese pan es la participación en la bendición de Dios que ha invocado.
Este gesto caía muy mal cuando Jesús lo hacía con los
pecadores y los desechados del pueblo. Pero este noche Jesús añade un gesto nuevo:
mientras les distribuye el pan les va diciendo: “Tomad y comed todos de este pan.
Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”
El desconcierto en el grupo fue impresionante: nunca le
habían oído decir esto; estas palabras no estaban contempladas en el ritual.
Pero la sorpresa es todavía más grande cuando al final de la
cena: normalmente el que presidía, cogía en su mano derecha una copa, la
levantaba un poco sobre la mesa para que la vieran todos, hacía una oración de acción
de gracias por la comida que habían compartido y todos respondían “Amén”;
después cogía su copa, tomaba un poco del vino e invitaba a que lo hicieran
todos y cada uno cogía su copa y brindaban todos juntos. Pero ahora Él cambió
el rito: coge su copa, bebe y se la pasa a sus amigos para que todos beban de
la misma copa; todos comparten la misma copa y mientras lo van haciendo les
dice: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada
vez que bebáis, en memoria mía”.
Es el momento cumbre, como aquel en que Dios en el Sinaí
sella con Moisés. Es el compromiso que hace Jesús para esta nueva etapa que se
abre, para que continúe la construcción del reino. Esta será la fuente de donde
podrán seguir bebiendo y dónde podrán recoger toda la fuerza que necesiten. Él
se convierte en el alimento que los sostiene, en la bebida que les fortalece.
Jesús hace de esta cena de despedida el momento cumbre de su
vida, en donde resume todo lo que ha hecho y lo expresa de forma impresionante:
su vida ha sido una entrega total y queda expresado en ese pan y ese vino que
se reparten para ser comido y bebido: el signo desborda el significado: no se
puede hacer más, ahí se ha completado el máximo exponente de la “encarnación”:
se hace carne de nuestra carne y vida de nuestra vida. ¡Imposible expresar el
amor de otra forma más grande!
Por otro lado deja también de forma esplendida expresado cuál
ha sido su actitud de vida: rompe el ritual levantándose, cogiendo una toalla y
se arrodilla a lavarle los pies a sus amigos, cosa que era impensable que
hiciera el dueño de casa; estas cosas estaban reservadas solo a los esclavos.
Pero su vida entera ha sido una entrega en el servicio y muere precisamente
como un esclavo. Él ha estado hasta el último momento “Como el que sirve” y
quiere que esto quede grabado muy claro en la memoria entre los suyos.
Todo esto que está haciendo es lo que le va a dar el sentido
completo a lo que va a ocurrir en lo alto del calvario: Él va allí porque lo ha
decidido, pues podía haber huido y haber evitado todo lo que ocurrió, pero su
misma venida no ha tenido otro sentido que el rescate de todos y ahora culmina
su obra de entrega ofreciendo su vida al Padre por todos.
Esta lección quedó muy grabada en la memoria de todas las
comunidades cristianas: dejó indicado el camino, dejó establecida la fuente de
donde tendrían que alimentarse en el camino, dejó bien clara la postura que
hemos de tener: «El que quiera ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero
entre vosotros, será esclavo de todos». y dejó, por fin, clarificado que Él no nos
dejaría huérfanos, Él se quedaba con nosotros hasta que nos volvamos a reunir
de nuevo, para el nuevo banquete en el reino de los cielos.
Se ha hecho carne de nuestra carne, vida de nuestra vida e
historia de nuestra historia. Nuestro destino es el suyo