sábado, 15 de abril de 2017

EL SILENCIO DE LOS PROFETAS



Melitón Bruque García (16-02-17)

          Tengo la sensación que ocurre algo parecido a lo que en otro momento cuenta el libro 2º de Samuel (3,1) en donde se dice que “en aquellos días la palabra del Señor era rara… y la lámpara estaba a punto de extinguirse” ahí fue llamado Samuel a gritarle al pueblo.

         No, no estoy comparándome a nada ni a nadie, simplemente mis nervios, como otras muchas veces, me saltan porque no tolero  ciertas actitudes en las que se me quiere obligar a ver blanco lo que es negro o al contrario y me quieren negar lo evidente y, encima, te quieren convencer de que estás equivocado, pues lo real ha dejado de serlo cuando no coincide con lo políticamente correcto y, peor aún, si es que el político de turno considera que no es conveniente y que no debes moverte, porque te estás saliendo del terreno que él ha establecido.

         Los resortes me han estallado esta mañana ante una llamada telefónica de una mujer sencilla que me preguntaba por mi salud y… de paso: “¿Qué opinas del escándalo del obispo de Cádiz? ¡Y luego queréis que creamos en la iglesia y en los curas!”  ¡¡Y se quedó tan tranquila!!

         Sentí ganas de mandarla con viento fresco, que es lo que se merecía, pero preferí sujetar los nervios y explicarle lo que nadie le va a decir:

         “Ese obispo que tanto te escandaliza, para que tengas una idea del hombre que se trata y que están queriendo destrozar las “hienas”, te voy a decir que es una de las personas que yo más quiero y no por un simple afecto de amistad, sino por ser uno de los hombres más íntegros moral, social, ética y espiritualmente que yo conozco; es el gran referente de autenticidad que tenemos todos los sacerdotes de Jaén y no porque haya hecho  algo raro en un momento determinado de su vida, sino porque desde niño, en su hogar, no mamó otra cosa que la honradez, la limpieza, la rectitud… esa fue la escuela que tuvo; después, los que tuvimos la suerte de encontrarlo en nuestro camino como compañero de estudios, lo vimos siempre como un modelo  de amigo, de compañero y de seminarista; después de ordenarse sacerdote, fue siempre el hermano mayor  que vivió a nuestro lado y que siempre lo encontramos cuando lo necesitamos; después, siendo sacerdote y obispo, por donde ha pasado, se le ha conocido por estas cualidades, que han sido su carnet de identidad, pues ha sido su línea constante de vida: al lado siempre de los más pobres, de los marginados, de los obreros… Ahí hemos encontrado siempre, desde niño a D. ANTONIO CEBALLOS y al final de sus días ahí lo tenemos, en un asilo, compartiendo sus últimos días con los pobres y marginados.

         No han tenido las “hienas” de la política otra persona a quien escoger nada más que a él para montar una bomba de humo y seguir escondiendo el máximo atraco a los pobres que se ha hecho en toda la historia de España; saben perfectamente que no va a gritar, que no se va a defender, porque no lo necesita y porque no tiene más argumento en su vida que el amor a los pobres. A Jesús también lo declararon un enemigo público, un conspirador.

         Pero ahí tienen la carnaza que a ellos tanto les gusta: la iglesia para desprestigiar y seguir confundiendo a la gente, como lo han hecho con esta mujer y, mientras tanto, no devuelven un solo céntimo del que le han robado a los pobres, ni reparan el daño que han producido a la sociedad, dejando pueblos enteros muertos.

         Sin embargo, esto es políticamente incorrecto decirlo; la honorabilidad de los ladrones es sagrada, en cambio la vida de entrega, la lucha por la justicia, la honradez de los hombres y mujeres de bien y de orden es un contrasentido y una ofensa al progresismo;

         La cleptocracia desplaza a la democracia y la convierte en contracultura y los ladrones siguen impunes dirigiendo el cotarro, mientras la gente de orden, los hombres y mujeres íntegros son puestos en entredicho.

         Pero lo que hace colmar ya el vaso, es el silencio de los “buenos”, los que no quieren meterse en nada, los que no quieren saber de asuntos políticos y cierran los ojos ante la evidencia y aceptan llamar blanco a lo negro y esperan que pase el temporal para luego quejarse en la plaza del pueblo de lo que se ha hecho y de dónde hemos llegado.

         En este caso, yo alzo la voz en protesta contra todos los que nos llamamos cristianos, los que confesamos que la defensa de la verdad y de la justicia la tenemos en nuestro código genético y nos han acorralado en la sacristía y tenemos miedo a proclamar la verdad y a denunciar la injusticia y la mentira.

         ¿Dónde estamos los que conocemos la verdad para defenderla? Aquí seguimos con la cabeza agachada cuando alguien te escupe a la cara que no se puede creer en la iglesia y en los curas… ¡Y eso te lo dice una de esas personas que va todos los días a misa!   ¿Qué está pasando?