Melitón Bruque García (16-02-17)
No, no
estoy comparándome a nada ni a nadie, simplemente mis nervios, como otras
muchas veces, me saltan porque no tolero
ciertas actitudes en las que se me quiere obligar a ver blanco lo que es
negro o al contrario y me quieren negar lo evidente y, encima, te quieren
convencer de que estás equivocado, pues lo real ha dejado de serlo cuando no
coincide con lo políticamente correcto y, peor aún, si es que el político de
turno considera que no es conveniente y que no debes moverte, porque te estás
saliendo del terreno que él ha establecido.
Los
resortes me han estallado esta mañana ante una llamada telefónica de una mujer
sencilla que me preguntaba por mi salud y… de paso: “¿Qué opinas del escándalo del obispo de Cádiz? ¡Y luego queréis que
creamos en la iglesia y en los curas!”
¡¡Y se quedó tan tranquila!!
Sentí
ganas de mandarla con viento fresco, que es lo que se merecía, pero preferí
sujetar los nervios y explicarle lo que nadie le va a decir:
“Ese
obispo que tanto te escandaliza, para que tengas una idea del hombre que se
trata y que están queriendo destrozar las “hienas”, te voy a decir que es una
de las personas que yo más quiero y no por un simple afecto de amistad, sino por
ser uno de los hombres más íntegros moral, social, ética y espiritualmente que
yo conozco; es el gran referente de autenticidad que tenemos todos los
sacerdotes de Jaén y no porque haya hecho
algo raro en un momento determinado de su vida, sino porque desde niño,
en su hogar, no mamó otra cosa que la honradez, la limpieza, la rectitud… esa
fue la escuela que tuvo; después, los que tuvimos la suerte de encontrarlo en
nuestro camino como compañero de estudios, lo vimos siempre como un modelo de amigo, de compañero y de seminarista;
después de ordenarse sacerdote, fue siempre el hermano mayor que vivió a nuestro lado y que siempre lo
encontramos cuando lo necesitamos; después, siendo sacerdote y obispo, por
donde ha pasado, se le ha conocido por estas cualidades, que han sido su carnet
de identidad, pues ha sido su línea constante de vida: al lado siempre de los
más pobres, de los marginados, de los obreros… Ahí hemos encontrado siempre,
desde niño a D. ANTONIO CEBALLOS y al final de sus días ahí lo tenemos, en un
asilo, compartiendo sus últimos días con los pobres y marginados.
No han
tenido las “hienas” de la política otra persona a quien escoger nada más que a
él para montar una bomba de humo y seguir escondiendo el máximo atraco a los
pobres que se ha hecho en toda la historia de España; saben perfectamente que
no va a gritar, que no se va a defender, porque no lo necesita y porque no
tiene más argumento en su vida que el amor a los pobres. A Jesús también lo
declararon un enemigo público, un conspirador.
Pero
ahí tienen la carnaza que a ellos tanto les gusta: la iglesia para
desprestigiar y seguir confundiendo a la gente, como lo han hecho con esta
mujer y, mientras tanto, no devuelven un solo céntimo del que le han robado a
los pobres, ni reparan el daño que han producido a la sociedad, dejando pueblos
enteros muertos.
Sin
embargo, esto es políticamente incorrecto decirlo; la honorabilidad de los
ladrones es sagrada, en cambio la vida de entrega, la lucha por la justicia, la
honradez de los hombres y mujeres de bien y de orden es un contrasentido y una
ofensa al progresismo;
La
cleptocracia desplaza a la democracia y la convierte en contracultura y los
ladrones siguen impunes dirigiendo el cotarro, mientras la gente de orden, los
hombres y mujeres íntegros son puestos en entredicho.
Pero
lo que hace colmar ya el vaso, es el silencio de los “buenos”, los que no
quieren meterse en nada, los que no quieren saber de asuntos políticos y
cierran los ojos ante la evidencia y aceptan llamar blanco a lo negro y esperan
que pase el temporal para luego quejarse en la plaza del pueblo de lo que se ha
hecho y de dónde hemos llegado.
En
este caso, yo alzo la voz en protesta contra todos los que nos llamamos
cristianos, los que confesamos que la defensa de la verdad y de la justicia la
tenemos en nuestro código genético y nos han acorralado en la sacristía y
tenemos miedo a proclamar la verdad y a denunciar la injusticia y la mentira.
¿Dónde
estamos los que conocemos la verdad para defenderla? Aquí seguimos con la
cabeza agachada cuando alguien te escupe a la cara que no se puede creer en la
iglesia y en los curas… ¡Y eso te lo dice una de esas personas que va todos los
días a misa! ¿Qué está pasando?