13-de septiembre de 2015
En todos los medios
de comunicación no se oye otra cosa que el desborde de la ola de fugitivos de
la guerra y del terrorismo hacia Europa; precisamente hacia “La Europa Cristiana”,
y no hacia sus países hermanos que son tan solidarios.
Yo no voy a meterme a
hacer críticas políticas ni religiosas ni nada por el estilo, ya que como no
hables de acuerdo a los que tienen establecido ya el ritmo, parece que
estropeas el baile y te sales rápidamente de lo políticamente correcto.
Simplemente me limito
a exponer la realidad que estoy observando cada día y algún que otro detalle
que se me quedó grabado hace más de 20 años y que no he podido borrar de mi
mente, pues son cosas que no me explico, por más vueltas que les doy y me
gustaría tener una idea clara del por qué, del cómo y del objetivo que todo
esto tiene.
Hace unos 23 años,
ante una avalancha de inmigrantes, desbordaron el pueblo y entonces, en la
parroquia salimos al frente y montamos el primer albergue de Andalucía: en una
semana alquilamos una nave en el polígono y preparamos cobijo para unas 200
personas; rápidamente se me echaron encima los sindicatos y sanidad diciendo
que aquello lo tenía en condiciones infrahumanas y me obligaban a poner un
montón de cosas. Yo les dije que estaban en la calle y ninguno se había fijado
en ellos, ahora venían a exigirme lo que no podía dar porque- parece ser- que
la calle era más digna que un techo, un colchón y unas mantas.
Más del 90% de aquellos inmigrantes eran
árabes-musulmanes; en la parroquia encontraron las puertas abiertas para
acogerlos y ayudarles a subsistir sin preguntarles jamás ni por su religión, su
procedencia, su raza… exactamente igual que continúo haciendo; sí, en cambio,
estábamos atentos a la situación de su familia. Solo yo sé las facturas de
teléfono que me tocó pagar.
Aquellas personas
venían a hacer fotocopias de páginas del Corán que querían tener para sus
oraciones y siempre les proporcioné todo lo que me pidieron, pero en dos
ocasiones en que nos sentamos a dialogar sobre la situación por la que
atravesaban, no pude evitar que me dejaran marcado como a fuego algunas frases
de las que fui escuchando en repetidas oportunidades como:
-“Esta es nuestra
tierra, vosotros nos la robasteis y os obligaremos a devolverla…”
-“Vosotros tenéis que
salir huyendo de aquí como salieron nuestros padres para que sepáis lo que
duele tener que abandonar la tierra y la casa porque llega otro y te las
quita…”
-“Nos robasteis nuestros
edificios y ahora presumís con lo que no es vuestro” (se referían a la Alhambra de Granada y a la Mezquita de Córdoba)
Simplemente
expongo: esto es lo que yo escuché de lo que pensaban aquellos jóvenes que
llenaban las calles del pueblo hace 20 años y después se ha dado mucho, se ha
permitido mucho, y se ha golpeado mucho nuestra propia cultura, nuestra fe y
nuestra identidad.
A la vuelta de 25
años me sigo encontrando con otra realidad que me golpea en mi razón y que no
entiendo:
-La emigración se está
dando hacia Europa, a la que se considera, pagana, impura, cristiana… a la que
hay que destruir, mientras que en esos países se prohíbe terminantemente el
cristianismo y se degüella a aquel que tiene contactos con cristianos o se ha
atrevido a bautizarse; es más –lo estamos viendo a diario en directo- asesinan
diariamente a cristianos por el simple hecho de ser cristianos y no tienen
miedo de arrojar por la borda de las barcas en las que viajan a Europa a
aquellos que son cristianos… y vienen a ponerse en las filas de nuestras caritas.
No lo entiendo: ¿Cómo alguien que me considera un apestado a quien hay que
destruir viene a mi puerta a pedirme ayuda? Que cada uno dé la respuesta que
quiera y saque las conclusiones que le vengan en gana.
-Vivo en un pueblo
que dicen está, junto con Melilla, en la cola del empleo de España; aquí hablan
de un 63%; sin embargo mi barrio tiene un porcentaje elevadísimo de familias
musulmanas; cada día se ven caras nuevas y hay unos grupos enormes de jóvenes
que pasan por mi puerta a diario y, por las mañanas, cada mujer cubierta con
sus velos va envuelta de niños que lleva a la escuela; en cambio, se ven muy
pocos españoles. Esta gente no se integra en nada, tampoco los veo trabajando
por ningún sitio, pero cada día en la misma puerta de la iglesia, aparecen
tipos nuevos con unos coches de alta gama de las mejores marcas… ¿Cómo he de
entender esto?
A mí se me llamó la
atención una vez por poner los altavoces de la iglesia para un acto que hubo
que hacer en la calle ya que no cabía la gente en la iglesia; a estos musulmanes
no se les prohíbe que pongan los altavoces de sus coches cantando los suras del
Corán mientras ellos rezan y cantan sentados en los bancos de la calle… Bueno,
está bien. Que lo hagan y recen como quieran y donde quieran, pero pienso que
esto ha de ser para todos.
Estoy viendo cómo con
toda tranquilidad se permite que alguien coloque en el balcón de su casa la
bandera de su país con la media luna o se pongan insignias del estado islámico.
Yo soy español, toda
mi vida he sido emigrante y en ningún sitio donde he estado se me ha permitido
abrir la boca ni he logrado que me den la nacionalidad, si es que no soltaba un
montón de dinero y me sometía firmando una serie de condiciones… Lo que estoy
viendo aquí me deja perplejo y sin saber cómo encajarlo.
Hasta para hacer
caridad y compartir lo que tengo me impone condiciones el que va a recibir mi
ayuda: tengo que darle el bocadillo de lo que él ordena y no de lo que yo
tengo. Es decir, aquello de que “Donde quiera que fueres haz lo que vieres” que
todos los que hemos estado en países extraños hemos tenido que soportar, eso,
aquí resulta casi una blasfemia pronunciarlo.
En medio de todo esto
que estoy observando y que, repito, no sé cómo entenderlo, ahora me encuentro
con esta crisis que se ha montado y para poder responder no me queda más
remedio que emplear mi capacidad crítica con aquellos elementos que tengo y que
no son otros que la experiencia que he atravesado.
Es posible que esté
equivocado o que no acierte en mi análisis, pero al dejarme los hilos sueltos,
no puedo evitar el recogerlos y terminar a mi manera el entramado.
ESTRATEGIAS DE INVASIÓN
Estoy convencido de que la guerra es la
manifestación más grande del fracaso y de la estupidez humana que, habiendo
todas las perspectivas de nobleza y dignidad, se pone la violencia como
instrumento del poder, y la avaricia, el odio, como motores de la vida, llegando
a creerse imprescindible y con la exclusiva de la verdad, convirtiéndose en un
ser repugnante y peligroso.
Pero todo esto no sería nada si es que
estos “seres” –por llamarles de alguna manera- no encontraran quienes los apoyara
y los aplauda, pues estos “palmeros” están en la misma onda, cumpliéndose lo
del refrán que dice: “Dios los cría y ellos se juntan”.
Las aspiraciones del ser humano pueden
estar motivadas por muchas cosas: por el amor a los semejantes, por el progreso
de la ciencia… por múltiples valores de grandeza y nobleza, pero también pueden
estar motivadas por los intereses particulares en los que se asienta una
persona y un grupo de “palmeros” –como hemos dicho antes- le apoya y le
aplaude, con lo que se siente fuerte, pues en solitario no sería nada ni podría
ir a ningún sitio.
Este grupo, con el líder “iluminado” a
la cabeza, moverá toda la maquinaria del poder para conseguir sus objetivos,
aún a costa de atropellar y matar a todo el que se le oponga.
Hay muchas formas de conseguir los objetivos: recuerdo en América Latina las
grandes compañías mineras o petroleras: después de hacer prospecciones en un
área determinada, en donde detectaban oro o petróleo, para no utilizar la
violencia en la apropiación de los
terrenos, que el gobierno de turno le ofrecía, pues podría ser un escándalo a
nivel internacional, empleaban otra estrategia: comprar los terrenos
permitiéndole a los dueños que vivieran en ellos, pero sin molestarles en lo
que tuvieran que hacer.
Ante tal propuesta, la gente sencilla
vendía sus terrenos y se quedaban de esclavos de la compañía; los que no
querían vender su terreno, la compañía compraba todos los terrenos circundantes
y, cuando ya era dueña, cercaba los terrenos del que no había querido vender y
al final lo dejaban encerrado y le alambraban el terreno para que no pudiera
salir; con lo que no le quedaba más remedio que ceder y entregarse o morir por
asfixia.
A un país se le puede hacer lo mismo:
invadirlo con un ejército y entrar aplastando como estamos acostumbrados que se
hacía antiguamente en todos los pueblos de la historia, pero eso sería hoy
escandaloso, tenemos un ejemplo: el de Hitler que su afán imperialista mereció
el repudio de toda la humanidad.
La
otra imagen de una estrategia imperialista es la de la trampa de las grandes
compañías mineras que he narrado del Ecuador y que está perfectamente expresada
en la expresión del presidente de un país (Argelia) en el discurso de toma de
posesión del cargo, después de independizarse de Francia: “La próxima conquista de Europa la harán nuestras mujeres con sus
úteros”, y se comenzó un proceso de toma de posesión lenta y callada que,
en un momento como el que estamos viviendo, está llegando al punto crítico en
el que hay que poner la alambrada: se obliga por asfixia a salir a la gente
para que salgan e invadan.
Pero
en el momento actual, en el escenario aparece otro actor: el invasor, que se
está queriendo focalizar en una persona, pero esa tal no es más que el
resultado de toda la comedia. Al final, su estrategia se le revuelve como un
boomerang por no detenerse a pensar que todas las cosas tienen un límite y el
establecer la mentira, la injusticia y
el atropello como normas y objetivos de la vida, eso se vuelve contra ellos y
va complicando cada vez más las cosas hasta el punto que ya no tienen arreglo;
pero están tan ciegos y obsesionados en sus negocios, que para seguir
disfrutando de ellos, ahora quieren tapar la causa de todo esto que ellos
mismos han creado y fomentado: la injusticia
y pretenden quedar como los buenos de la película: ahora se ponen a repartirse los tiestos rotos
y a competir para ver quién es más solidario o quién está mejor preparado…
Mientras
tanto, del otro lado, los que dirigen el cotarro, en lugar de acoger y ayudar a
los que han tenido que salir de su tierra dejando sus casas y sus bienes, hoy día
(13-09-2015) he escuchado en las noticia que Arabia Saudí ha ofrecido
subvencionar la construcción de 300
mezquitas para los refugiados en Europa, pero ellos no permiten abrir ni una
sola iglesia en su territorio. La verdad es que esto suena ya a tomadura de
pelo y a un cinismo descarado, ¡¡ Vamos, blanco y en botella !! ¿Cómo entender
esto? ¿Por qué no acogen ellos a todos estos fugitivos que son de los suyos, en
lugar de enviarlos a Europa para que hagan allí mezquitas?
-¿Serán
mezquitas lo que necesitan estas personas que se les haga, por parte de los que
van dirigiendo el juego y tienen en sus manos la posibilidad de impedir que
esto ocurra?
¡Todo
esto es un “parche” vergonzoso –por no decir un juego escandaloso- que se
intenta poner en un sistema que se derrumba, porque se asentó sobre arena y, en
ese desconcierto, en “río revuelto”, ganancia de esos pescadores desalmados –ya
lo estamos viendo- que no les repugna utilizar la violencia bárbara de la Edad
Media, para imponer su imperio, mientras los demás, (Occidente) quieren seguir
con su mismo chollo:
-Venta de armas alentando la
guerra
-Extracción de materias
primas a base de esclavos.
-Asfixia de los países pobres
de modo que no se les deje levantar cabeza
-Falta de respeto a la
cultura de los pueblos e imposición de esquemas interesados.
-Negocios sucios en
connivencia con grandes sociedades financieras…
Y en este río revuelto, hacen su pesca
los grandes negociantes imperialistas.
Éste es el espectáculo triste y lamentable
al que estamos asistiendo, la causa de todo lo que existe y al que se le quiere
dar solución poniendo el parche de la solidaridad y haciendo que la gente se
sienta mal, con una conciencia de culpa, pero esto es otra jugada sucia de los
mismos que raya en el cinismo.
No
quieren aceptar que el paternalismo es una forma hipócrita de mantener la
esclavitud, pues mantiene al hombre de rodillas: da pan para hoy y hambre para
mañana que tendrá que volver de nuevo a arrodillarse para poder salir adelante.
Si es verdad que realmente quieren
solucionar el problema…
-¿Por qué no se reúnen
todos los dueños del poder del mundo y toman posiciones conjuntas en torno a
los problemas que están poniendo el planeta al borde del abismo?
-¿Por qué no dejan de
una vez de suministrar armas a los que quieren imponer sus intereses y
establecer la “paz” a base de miedo, terror y violencia?
-¿Por qué no ayudan a
que cada país se desarrolle y pueda entrar en competencia con el resto,
aportando sus productos, en lugar de robárselos y luego obligarle a que compre
lo que se le ha robado?
-¿Por qué se deja
libres y con autoridad a individuos iluminados que se levantan, apoyados por un
grupo, y no tienen escrúpulos en dejar en la miseria a un pueblo…? Pues no solo
se les deja, sino que se les apoya y se les considera con autoridad para
negociar con ellos?
-¿Por qué no se cumplen
las leyes que se han pactado a nivel internacional y en cambio, se hacen
excepciones?
-¿Cómo se puede tolerar
y permitir a las alturas que estamos en la humanidad, que se proclame una
guerra santa y se la lleve adelante en nombre de una religión y hasta nos
sirvan en nuestros móviles las ejecuciones que están haciendo en vivo y en
directo y la humanidad permanezca cohibida y callada sin querer distinguirse
nadie?
-¿Es que no es posible
poner punto final a la corrupción de los políticos que son puestos por el
pueblo para que gestionen el bien común
y en cambio se dedican a servir a los bancos y a los grandes grupos
financieros?
¡Lo siento, no entiendo nada!
Con toda esta reflexión no me estoy
queriendo oponer a la solidaridad que
estos días nos está pidiendo el Papa, ¡Dios me libre!.
Yo
creo en la solidaridad, en la acogida, en el respeto, en la apertura, en la fraternidad
y se me conmueven las entrañas cada vez que veo a un niño temblando de miedo;
lo mismo que se me conmueven cuando veo cómo utilizan a los niños para mendigar
en las puertas de nuestras iglesias y no podemos decir nada. ¡Esto no se puede
permitir! Y una persona que no se conmueve ante el dolor y el sufrimiento de
los pobres es un desalmado.
Pero no acepto que se juegue con el ser
humano como se está haciendo; no acepto la hipocresía de un sistema que crea
pobres para luego aparecer como bueno y solidario con ellos; no soporto un
sistema basado en la mentira en la avaricia y en la injusticia que atropella y
luego escurre el bulto y hace que los otros (el pueblo) se sientan culpables con
mala conciencia.
Me
opongo a un sistema que mata, atropella y denigra y luego produce el efecto
ventilador para quitarse los problemas que produce y cargárselos a los demás,
cuando ya no sabe qué hacer con lo que ha montado, ni sabe salir del callejón
en el que se ha metido y que sabía perfectamente que no tenía salida.