Buenas
noches, mi confidente: ¡Cuánto tiempo hace ya que no me asomo a tus páginas, el
ritmo acelerado que llevamos me hace dejarte relegado y creo que no es nada
bueno. Voy a compartir varias reflexiones que he hecho en estos días justamente
sobre la actitud que vamos teniendo con respecto al empleo que hacemos del
tiempo:
16 de mayo de 2018
Hoy he
arrancado la última hoja del taco de mi almanaque Nº 70; por más que intento no
aparentar que ya deshojé tantos, tengo que aceptar que son muchos años, aunque
no me guste que los niños me vean y me señalen como un viejo… pero no valen los
disimulos, hace ya tiempo que pasé al club del INSERSO y ahora estoy metido en
el de los ancianos; los años están ahí, vividos a tope, eso sí, gastados en lo
que yo he creído que valía la pena y ahora que lo pienso despacio, si volviera
a tener 20 años me los gastaría en lo mismo.
He
llorado y he reído mucho, esas arrugas que surcan mi rostro y que se forman en
mi piel no son gratuitas: cada cana y cada arruga me las he ganado a pulso, son
testigos de muchos días de lucha por conseguir los objetivos que me he ido
planteando y estoy feliz de haberlo hecho.
Los
cambios que está sufriendo mi cuerpo, los dolores de mis huesos y las
limitaciones que ahora me asaltan, ya las presentí en su tiempo y muchas veces
me dije: “¡Te estás sobrepasando!”, algún día tendrás que pagar los excesos,
por eso ahora no me gusta quejarme, prefiero responder con una sonrisa, pues
entiendo que no vale la pena, pues va a ser lo mismo y estoy recogiendo lo que
ahora me toca, pues lo que no vale la pena es vivir guardándose y amargado para
llegar al mismo sitio.
He
pasado por todo y no me arrepiento haberlo conocido todo, desde el hambre hasta
la gloria, sin haberme quedado estancado en nada. Me fastidia en este momento
que no pueda controlar mi cuerpo que empieza a jugarme malas pasadas.
De
todas formas, estos cambios que estoy experimentando en mi cuerpo, veo que se
están dando en otro sentido en mi alma, ha sido una experiencia de vida que no
hubiera aprendido ni vivido jamás, si no hubiera pasado por ahí: no hubiera
sabido lo que es el vértigo de vivir la auténtica libertad si es que no me
hubiera arriesgado hasta el extremo: eso de no tener nada y dejarme en manos de
la vida, dejarme amar, y no tener otra cosa que dar más que amor... ésa es una
experiencia única.
Con el
paso de los años vas constatando que los verdaderos amigos son para siempre y
ni el tiempo ni la distancia los hace desaparecer de tu vida… y ves con ternura
que tú quedaste también en la suya; los demás, fueron gente que pasó por tu
vida, unos dejaron una impronta, otros dejaron otra y otros muchos fueron como
una especie de nube de verano que pasó, pero todos fueron dejando una especie
de olor a primavera que hace que sientas que la vida mereció la pena vivirla.
A
medida que va pasando el tiempo creo en menos cosas, en menos gente, en menos
argumentos… y lo poco con lo que me voy quedando, lo creo cada vez con más
fuerza; esto me está dando más entereza, más paz y me da pena de los fanáticos,
pues veo cómo pierden la alegría de la vida aferrándose a ideas y no a la vida,
no se dan cuenta que la ideología mata, encierra y excluye la alegría y la luz.
Creo
firmemente en Dios que es Amor, es Justicia, es Verdad , es Libertad y Paz;
creo en Jesucristo que me enseñó todo esto, y me lo demostró con su vida, y
creo en el Espíritu Santo que me ayuda cada día a intentar vivir todo eso en lo
que creo. Amo a la iglesia que la siento mi familia, aunque haya muchas cosas
con las que no comulgo, ¡como ocurre en todas las familias! ¡¡Qué carajo!!.
He ido
viendo cómo se me han caído muchas ilusiones, muchos sueños, muchas
imaginaciones que no tenían sentido y que solo se apoyaban en mi fantasía,
creyéndome lo más grande e interesante del mundo, al final estoy convenciéndome
que me diferencio muy poco del más inútil de mi barrio, no somos más que un
montón de huesos, músculos y una maquinaria que se va desgastando y cada día se
le va rompiendo una pieza, somos seres humanos, ¡nada más que eso! aunque nos
vistamos con ropas de marca o nos maquillemos para quitarnos las arrugas, las
canas o los pliegues de grasa que se nos pegan al abdomen.
El
paso de los años, las dificultades, la pelea por la vida… me han venido
curtiendo y cada día me siento más desprendido de las cosas, cada vez me importa
menos el qué dirán, el puesto que pueda ocupar o dejar de ocupar, me río de los
títulos, de los reconocimientos, de los honores, no me gusta otro título que el
“buena persona”… veo todo eso como la cosa más tonta, inútil y banal que
existe; lo importante es haber querido a mucha gente y sentirte querido por
ella, ¡pero haberlo hecho de verdad!, es lo único que me hace feliz, por tanto,
me atrevo a decir, y no me equivoco, que aunque físicamente me vaya
deteriorando, anímicamente me siento más joven, libre y feliz. Además, me
siento un hombre afortunado por toda la gente que quiero y que me quiere. Mi
única riqueza son mis amigos
Hay
algo que siempre he valorado y ahora lo siento con más fuerza: lo más grande
que le puede ocurrir a una persona es que haya alguien que crea
incondicionalmente en ti, que te abra su corazón y te coloque ahí dentro, de
tal manera que te considere importante para su vida; eso es lo más grande que
le puede ocurrir a un ser humano, pues eso te da la seguridad de que valió la
pena haber nacido y que tu vida no fue inútil.
También
he comprendido que no debo hacer otra cosa más que agradecer por haber tenido
el privilegio de que mis amigos me eligieran como un acompañante del alma en su
ruta por la vida. Eso es un regalo maravilloso
Por
último, he conocido a Dios y le doy las gracias de rodillas por todas sus
bendiciones que me ha obsequiado.
Con
todo esto, vivo mi realidad día a día; voy a continuar deshojando mi taco 71,
intentando vivir lo que cada amanecer me regale; entiendo que es tiempo de
asumir las experiencias, llenar de luz cada día y no perder el tiempo que me
queda, entretenido con lo que pase con mi cuerpo físico, creo que ahora es más
importante poner toda la atención en todo aquello que hace más libre mi alma.