16-04-2020
El otro día veía en Facebook a
alguien que se hacía la pregunta: ¿Dónde está la iglesia en este momento de
epidemia, cuando más se la necesita? Y a continuación venía todo un coro de
palmeros que daban cada uno su respuesta a cual más disparatada.
¡Ciegos! No hay cosa más triste que
un ciego de cuerpo y de alma, ¡porque hay que estarlo!
Sentí ganas de entrar al trapo y
responderle: ¿Y dónde se te puede encontrar a ti? Pero es una pérdida lamentable
de tiempo emplearlo en quien, además de estar ciego, no quiere ver y con la
consiguiente característica de ser un ignorante, circunstancia que ya completa
la desgracia.
Vamos a ver: esa persona que tienes
a tu lado, día y noche, que ha renunciado a su vida, a su libertad; que te ha
puesto en el centro de su corazón y vela cada minuto de tu vida para que no te
falte nada…
Ese médico, esa enfermera que te
atiende con tanto cariño; esa persona de limpieza que lo tiene todo a punto;
esa persona auxiliar que es tus pies y tus manos…
Toda esta gente que está exponiendo
su vida, en las condiciones que estamos viendo y que, en sus momentos de
angustia se agarra a Dios y pone a sus enfermos en sus manos, pues su vida la
ha entregado por ellos…
Esos agricultores, que cada mañana,
al ser de día, están en el campo, intentando que el pueblo pueda recibir lo
mejor, para poder sostenerse; haciéndolo en las condiciones que se están
haciendo hoy las cosas, y viendo cómo están siendo arrinconados…
Ese ejército y esas fuerzas de orden
público que se están jugando a diario la vida contra el virus y, con el peor de
los virus que existen, como es el de la irresponsabilidad de la gente, el del
odio, el del desprecio, el de la ingratitud y la indiferencia…
Y los estamos viendo que están
muriendo en unas condiciones pésimas…
Todos esos transportistas que no
cesan de andar toda la geografía española, para que esté todo abastecido y
duplican sus horarios…
Todo el personal de supermercados, de
tiendas de alimentación, de farmacias, de ambulancias, de funerarias… en
contacto diario y directo con el peligro…
Esos maestros que piensan en los
niños y jóvenes como si fueran sus hijos y están buscando sin descanso todo lo
que les pueda ayudar a que no pierdan el curso y han montado todo un sistema
nuevo de acompañamiento a los niños y jóvenes…
La inmensa mayoría de esta gente
están bautizados, creen en Jesucristo, realizan su trabajo poniendo todo lo
mejor que tienen, con el mejor Espíritu de servicio, que no es otra cosa, sino
el mandato que Jesús dio para su iglesia: AMAR-SIRVIENDO.
La inmensa mayoría de esta gente,
cada mañana cuando se levanta, se pone en manos de Dios y se ofrece para ser
presencia suya en medio del dolor y del caos. No habría dinero para pagarles la
vida que están poniendo y, gracias a ellos, todavía podemos seguir viviendo y
recibiendo altas en los hospitales.
Estos son cristianos, estos son la
iglesia, o ¿Qué estáis esperando, que venga un obispo con una varita mágica,
haga un exorcismo y al momento quede todo resuelto por arte de magia? ¡Pobre
ignorante!
Alguien me dirá que la gente que he
nombrado no es iglesia.
¡Eso es atrevido decirlo! Quien lo
afirme, que vaya y les pregunte a todos ellos y que cada uno diga si se siente
iglesia o no.
Yo puedo asegurar que una gran
mayoría realiza su misión, no solo por el dinero, sino en la onda que pide
Jesús a los suyos
¿Qué iglesia está esperando ver? ¿A
los curas haciendo mascarillas como las monjas? También ellas son iglesia y las
tienes haciendo mascarillas.
También los voluntarios de Caritas
son iglesia y ahí están donde se les necesita: donde se ven y donde no se ven.
¿Qué dónde están los curas? Es
cuestión de que te acerques a la parroquia y te enteres de lo que hacen, sin
tener que dar discursos por la tele, proclamando lo que hacen, como tampoco
verás que lo haga ninguno de los que he nombrado anteriormente…
No me quiero referir ahora a la
labor que en estos momentos está haciendo la IGLESIA en el mundo entero, en
donde se está viviendo la desgracia.
Además, considero que es una pérdida
de tiempo explicarle a un ciego compulsivo la belleza de los colores de la
primavera.
Y no quiero cerrar la reflexión sin
lanzar una pregunta: ¿A dónde se os puede encontrar dando el callo, a todos los
que tanto odio os produce la iglesia?