10-04-2020
Querida
hermana/o: tengo presente siempre, pero en estos días de una forma especial, a
todos los que estáis ahí sufriendo la pasión de la enfermedad y, junto a
vosotros, a esa persona que está ahí a tu lado día y noche, a la enfermera y al
médico que cuida de ti, como el Cireneo que ha salido a tu encuentro en el
camino del calvario; sin ellos no podrías vivir.
El viernes santo es un momento lindo
para que tomemos conciencia de la cruz que nos han cargado, pero no para que
nos quedemos con ella, como al que cargan con un castigo, pues Cristo ya murió
y en ella crucificó todo lo que al mundo le hace padecer y sufrir, para que eso
no vuelva a ocurrir.
Vuestro dolor, vuestra entrega
acompañando, vuestro trabajo nos está haciendo tomar conciencia a todos de
nuestra enfermedad, de nuestra pasión y de nuestro calvario.
Hoy viernes santo, recordamos el día de
tormento de Cristo, que hoy está actualizado en la pasión que estamos viviendo
todos: Nuestra España está enferma, con una enfermedad de muerte, atacada por
el virus “Covid 19”, con el virus tremendo de los políticos, unido al de muchos
medios de comunicación que son su eco y que la están descuartizando y paralizando.
Está enferma nuestra sociedad, con una
enfermedad letal atacada por el virus de
la política que la ha dividido; por el virus del racismo nacionalista que nos
ha llevado a despreciarnos los unos a los otros; por el virus de la
avaricia que la ha incapacitado para pensar en otra cosa que no sea el dinero;
por el virus del lujo y el consumo que se ha convertido en una droga; por el
virus del individualismo que nos aisló
por completo y rompió la familia y todas las relaciones humanas; por el virus
del relativismo que nos hizo perder todos los referente morales y espirituales
y ya no sabemos ni la hora que es.
Ya ves, la pasión que estamos sufriendo
todos es fuerte; la pandemia que se nos ha presentado está haciendo que tomemos
conciencia de la situación crítica a la que hemos llegado y nos ha hecho
pararnos de golpe y nos está haciendo valorar todo lo grande, bueno y
entrañable que tenemos y que lo estamos dejando morir con la actitud despectiva
y estúpida que teníamos.
Estamos pudiendo ver y valorar la
calidad humana y profesional de las personas que viven a nuestro lado: de
nuestros trabajadores sanitarios; de nuestras fuerzas del orden público, de
nuestros empresarios, de nuestros transportistas, de nuestro ejército, de
nuestros trabajadores de servicios, de los maestros, de la iglesia, de los
agricultores.
No obstante, los virus siguen
infectando y no descansan hasta crucificarnos, exactamente lo mismo que
hicieron con Jesús; y cuando lo hayan conseguido, se sentirán ufanos de haber
hecho su obra: destruir al país, pero no saben que Cristo, Ese que hoy se
identifica con todos los sectores que acabamos de nombrar y que ahora está
sufriendo el calvario, ya no lo pueden matar ni encerrarlo en el sepulcro, pues
ha resucitado y ya no puede morir; lo estamos viendo: la fuerza de su Espíritu
sigue presentándonos justamente en estos momentos gestos grandiosos que indican
que hay vida y que tiene una fuerza enorme, hasta el punto que explotará como un nuevo Pentecostés y ni los guardias
de seguridad podrán mantener el silencio del sepulcro.
Pero
esta resurrección presupone un cambio radical de actitud y de mentalidad: hemos
de pasar la página, olvidar las ideologías que rompen toda unidad, desterrar
los prejuicios, limpiar el odio y la división que nos ha invadido… No tomar
esta decisión significará quedarnos clavados en la cruz por muchas
generaciones, firmar nuestra condena de muerte.